domingo, 8 de abril de 2012

LOS MAMELUCOS



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LOS OMEYAS

          Muhammad, pertenecía a la tribu Qurayshi, y dentro de esta pertenecía a la estirpe de los banu Hashim o hashimíes. Otra estirpe de la tribu Qurayshi era los de banu Umaya, los omeyas. Esta estirpe no apoyaba a Muhammad en su labor de difusión del Corán, pero cuando su jefe Abu Sufyán observó el prestigio que iba adquiriendo la figura del Profeta, firmó una alianza con él y Muhammad selló dicha alianza casándose con Habiba, hija de Abu Sufyán.
          Los omeyas eran buenos comerciantes y hábiles políticos y durante la época de los Rashidun, ocuparon cargos de relevancia. Así Muawiya, hijo de abu Sufyán, fue nombrado por Uzman gobernador de Siria.
          Tras la muerte de Alí, los que permanecían fieles a su causa, propusieron como nuevo califa a su hijo Hasán, pero éste llegó a un acuerdo económico con Muawiya y se retiró a Medina, donde vivió alejado de la política, hasta su muerte (669/ 48 )


MUAWIYA I (666 / 45- 680/60)

Tras la muerte de Alí, fue proclamado califa Muawiya. Algunos lo describen como hombre despegado de su religión y atento sólo a la razón de estado, amigo de cristianos, que incluso se buscó entre ellos personas preparadas, como Sayun ibn Mansur que fue su canciller y el encargado del fisco. Pero otros lo consideran musulmán de buena fe y de amplias miras políticas y que en la expansión musulmana, veía a su vez el engrandecimiento del Islam. Supo rodearse de personas fieles que fueron grandes gobernadores  y que influyeron en su política interna, entre los que destacaron: Amr gobernador de Egipto, Múgira gobernador en Kufa y Ziyad que fue gobernador en Basora, persona dura y astuta que  tuvo que enfrentarse a numerosas revueltas.
          Trasladó Muawiya la sede del califato a Siria y su corte estuvo centrada en Damasco. Se rodeó de una guardia personal y se reservó en la mezquita un recinto privado (Maqsura). Fundó la dinastía omeya, ya que el califato pasó a ser hereditario. La sucesión del califa, recaería en uno de sus hijos.  
          En Egipto y Siria respetaban su mandato, pero en el resto de los territorios había descontentos. El principal foco de oposición, lo encontró en Iraq donde tuvo que hacer frente a los jariyíes y también a los seguidores de Alí, los shiíes.  A estos, había que unir el descontento de los señores de Iraq por el auge que alcanzó Siria, sede del nuevo califato y las consecuencias económicas que estos cambios podían acarrearles. El gobernador Ziyad, mantuvo una política represiva en la zona para aplacar las sublevaciones.
          Con los seguidores de Alí, los shiíes, el califa consiguió entrar en tratos y firmar pactos.
          Muawiya continuó con la política de expansión. Sus tropas atacaron Sicilia y el norte de África. En el oriente, Hicieron incursiones en Cabul, Bujara y Samarcanda y en el Asia Menor, conquistaron Esmirna y Cicycus. Durante varios años la escuadra musulmana, desde Cicycus, en el mar de Mármara, intentó conquistar Constantinopla, capital del estado bizantino, pero En el año 674/ 53,  los bizantinos consiguieron derrotar a los árabes. La eficacia del famoso fuego griego, que parece se aplicó por primera vez en esta ocasión, destruyó muchas naves árabes y una gran tempestad ayudó a la flota bizantina a destrozar el resto de la escuadra árabe. Los bizantinos atacaron también por tierra y mermaron los escuadrones árabes. Ante esta situación, Muawiya firmó un tratado de paz con los bizantinos, en el que se comprometió a liberar a ocho mil cautivos y a pagar un tributo anual, de tres mil libras de oro.
          Murió Muawiya en el año 680/ 60  y le sucedió su hijo Yazid I


YAZID I  (680/60 – 683/63)

          Tras la muerte de Muawiya, fue proclamado califa su hijo Yazid, pero su califato no fue reconocido por Husayn, hijo de Alí, ni por ibn Zubair, ambos refugiados en Meca.
          Los de Kufa, apoyaron las intenciones de gobernar del hijo de Alí y se ofrecieron a defender con las armas el derecho que le asistía. Husayn, al frente de un  grupo de seguidores, junto con sus familias, se desplazó desde Medina a Yraq. Los Kufíes le habían prometido su apoyo, pero intimidados por el nuevo gobernador de la zona, Ubayd, le retiraron su ayuda. Husayn no quiso abandonar, ya que estaba convencido que la umma apoyaría la marcha de la familia del Profeta, en defensa de los auténticos valores islámicos. Pero no fue así y en la llanura de Karbala, les salió a su encuentro las tropas del gobernador omeya, que tras una corta refriega los asesinaron a todos. El último en morir, con su hijo en brazos, fue Husayn. Su cabeza fue enviada al califa Yazid, que manifestó su pesar por lo ocurrido. Desde entonces los shiíes veneran a Husayn como el príncipe de sus mártires y cada año conmemoran el día de su muerte. El día 10 del mes de Mujarram, es para ellos un día de duelo.
Tras la muerte de Husayn, ibn Zubair, que estaba refugiado en Meca, ayudado por shiíes y jariyíes, se declaró en rebelión. Al mismo tiempo, los seguidores de Husayn que se habían salvado de la matanza de Karbala, se refugiaron en Medina, hicieron frente a las familias omeyas y las expulsaron de la ciudad. Con la intención de arrebatar el poder a los omeyas y volver a los primeros ideales de la
 umma, Zubair se proclamó califa y centró su poder en Meca y Medina.
          El ejército de Yazid al mando de Muslín, tomó Medina y tras la muerte de Muslín, mandado por Numayr, sitió Meca. Se dice que durante el asedio, la Kaaba sufrió un incendio.
          A los dos meses de asedio y tras la muerte de Yazid en el año 683/63 y la de su hijo y sucesor Muawiya II pocos meses después, el ejército omeya, abandonó el asedio a Meca.
          Durante el califato  de Yazid, Uqba organizó una expedición hacia occidente. Recorrió parte de África y llegó hasta Túnez. Conquistó  Qayrawán, capital militar de los bereberes  y en dicha plaza mandó construir la primera mezquita de occidente. Llegó con sus tropas hasta el océano Atlántico combatiendo a los bereberes, pero fue vencido y le dieron muerte en Tahuda.     
          Con la prematura muerte de Muawiya II sin dejar descendencia, se termina la rama sufyaní de los omeyas. Todos los demás califas fueron marwanies, descendientes de  Marwán ibn Al Hakan , que heredó el califato y era primo de Muawiya II.

                       
MARWAN I IBN AL HAKAM (684/ 64-685/65)

          Durante su corto mandato, Marwan I, solo logró gobernar en Siria y Egipto, ya que el resto de la umma, se encontraba en rebeldía. Los jariyíes establecieron un estado independiente en Arabia central. En Irán e Iraq, hubo también revueltas de  jariyíes y los shiíes se sublevaron para vengar la muerte de Husayn y favorecer la candidatura de otro de los hijos de Alí. A su vez, ibn al Zubayr, era reconocido como califa en el Hiyaz.
          No tuvo tiempo el califa para enfrentarse y reprimir estas rebeliones, pues falleció, se cree que asesinado por su esposa, antes de cumplir los dos años de mandato.


ABD AL MALIK ABN MARWÁN (685/ 65 -705/ 84)

Sucedió a Marwán su hijo Abd al Malik que logró restablecer el poder omeya y consiguió prosperidad para el califato.
          Sus generales se enfrentaron a las distintas rebeliones internas y lograron someter a los shiíes y a los jariyíes. En Meca acabaron con la vida de Al Zubayr que gobernó el Hiyaz y parte de Iraq como califa, durante 9 años.
          Durante su califato, mandó reparar los daños que sufrió la Kaaba en el asedio que sufrió Meca en tiempos de Yazid I. En la reconstrucción, 
 se hicieron modificaciones que tras su muerte fueron corregidas por Hayyay, gobernador de Meca.
          Todo el califato quedó unificado bajo su mandato, pero durante los 20 años que gobernó, se sucedieron disputas y enfrentamientos civiles y religiosos, entre los grupos ya existentes y los que fueron surgiendo, todos ellos preocupados en encontrar el verdadero espíritu del Corán y llevarlo a la práctica.
          Una vez unificado el califato, Abd al Malik, llevó a cabo una política de centralización. Impuso la lengua árabe como idioma oficial, desplazando al idioma griego y al persa, que hasta entonces se usaban a la par del árabe. Por primera vez, se acuñaron monedas islámicas decoradas con frases coránicas y organizó el correo.
          Fue en su mandato cuando se llevaron a cabo las primeras grandes construcciones y algunos historiadores lo consideraron el creador del arte islámico. Mandó construir la Cúpula de la Roca en Jerusalén, unos de los edificios más hermosos y simbólicos de la arquitectura islámica.
          Continuando con la política de expansión, sus ejércitos afianzaron el dominio en el norte de África. Al mando de Hassán ben Nusair, lucharon contra bizantinos y bereberes para conquistar Cartago. Al frente del ejército bereber, se encontraba Kahina, mujer de piel oscura y gran belleza, según los árabes, sacerdotisa y profetisa a la vez que gran guerrera, que consiguió derrotar y hacer retroceder hasta Barca al ejército musulmán. Pero Hassan pidió refuerzos y atacó Cartago, hasta que la conquistó. Kahina, comprendió que el avance de los árabes era inevitable y mandó a sus hijos a campamentos árabes para que conocieran el Islam y se unieran a los musulmanes. Hassan atacó de nuevo al ejército bereber y los venció muriendo en la batalla la bella Kahina. Tras estos enfrentamientos, los árabes penetraron en el Magreb y consolidaron su poder en el norte de África.
          Durante su califato, se produjeron relaciones comerciales con India, Ceilán, Zamzibar y la lejana China.
A su muerte en el año 705/85, debía sucederle su hermano Abd al Aziz, según dejó dispuesto el  padre de ambos, pero falleció antes que él y asumió el poder su hijo al Walid  ibn al Malik.     
         

WALID I IBN AL MALIK (705/85 - 715/95)

          Al Walid, supo gobernar con acierto y durante su califato, se preocupó en mejorar las condiciones de vida de sus territorios. Mandó construir la gran mezquita de Damasco y reconstruir la mezquita del Profeta en Medina. Se construyeron numerosos palacios con clara influencia de la arquitectura bizantina y persa. Fue el primer califa que mandó construir hospitales y se preocupó por los inválidos y por los invidentes, a los que procuró asistencia. Mejoró las vías de comunicación y mandó construir pozos en los caminos.
          Continuó con la política de expansión y en su tiempo el califato alcanzó el máximo poderío.
          En el Asia Menor, sus ejércitos conquistaron Tyana y el gobernador de Hurasan, Qutayba ibn Mislim, organizó un ejército formado por qaysíes, yamaníes y persas y atacó la Transoxiana, región del Indo de fértiles tierras y florecientes ciudades. En el 711/91, al Hayyay la conquistó, añadiendo así una nueva provincia al califato.
          En el 708/88, fue nombrado gobernador de Ifriqiya, Mussa ibn Nusayr, que logró someter a los bereberes del Magreb, mucho de los cuales se convirtieron al Islam. Sus naves, por el mar Mediterráneo, atacaron las costas de Sicilia, las de las islas Baleares y las de la península Ibérica.
          En el 711/91, Tariq, lugarteniente de Mussa, con un reducido ejército atravesó el estrecho que separa África de Europa y entró en la península Ibérica, desembarcando junto al peñón que llamaron Yabal Tariq (Gibraltar). Lucharon contra D. Rodrigo, último rey visigodo y cerca del río Guadalete, en los alrededores de la laguna de la Janda, libraron la batalla de Guadalete, en la que el ejército musulmán, venció a D. Rodrigo.
          En la Península Ibérica el reino visigodo vivía momentos difíciles. Las diferencias sociales y económicas generaban grandes conflictos de soberanía, religión, raza, idioma y derecho, a la vez que pobreza. En los campos se formaron bandas de salteadores hambrientos, compuestas por siervos y esclavos. El descontento de la población, propició el avance rápido de los musulmanes o moros, llamados así porque venían de la Mauritania, región del norte de África. En sólo 7 años y sin librar grandes batallas, Tariq y Mussa, conquistaron casi toda la península, a la que llamaron Al-Andalus. Sólo se resistieron las regiones de  los montes Cantábricos y  los Pirineos, en las que no pudieron entrar. En el 713, las tropas de Mussa, atravesaron los Pirineos y llegaron hasta Narbona.
          Al Walid, murió en el 715/ 96 y lo heredó su hermano Sulaymán.

SULAYMÁN (715/96 – 717/98)

          Sulaymán se encontraba en Ramala (Palestina), ciudad que él había fundado, cuando falleció su hermano al Walid.
          Durante su corto mandato, se dedicó a perseguir a los grandes generales y conquistadores del califato anterior. Encarceló a algunos, asesinó a otros y a todos los dejó en la miseria.
          Mandó un ejército dirigido por su tío Maslama, a conquistar Constantinopla. Combinaron ataques marítimos y terrestres, pero la resistencia de los bizantinos, que volvieron a emplear el fuego griego en su defensa, el hambre del ejército musulmán y una epidemia de peste, hicieron fracasar la expedición.
          Murió Sulaymán en el 717/98 y lo sucedió Umar, nieto de Marwan I.
         
                                       
'UMAR II (717/98-720/101)

          Su mandato sólo duró 2 años y 5 meses y fue célebre por su piedad y justicia. Se había educado en Medina y fue gobernador del Hiyaz. Era hombre devoto y se preocupó por conseguir la unidad islámica. No propició nuevas guerras de expansión y se dedicó a realizar reformas internas y financieras.
          Fue el primer califa que favoreció la conversión al Islam de los dzimmíes (súbditos de las tierras conquistadas, no musulmanes) y estos se mostraron ansiosos por convertirse, ya que al hacerlo dejaban de pagar los impuestos personales. Quiso equiparar en derechos y deberes a los musulmanes de origen y a los mawalíes (nuevos musulmanes) y  ordenó que todos pagasen los mismos impuestos. A pesar de sus esfuerzos, no consiguió que la fusión de todos en una misma sociedad, fuese efectiva.
          Durante su califato, en la provincia de Al-Andalus, el valí Mussa envía tropas al mando de Alqama al norte de la península Ibérica para concluir su conquista. Ocupan Cangas de Onís y entran en el estrecho valle del río  Deva donde luchan contra D. Pelayo, que al frente de un reducido ejército, vence a los musulmanes en la batalla de Covadonga.
          Su política interna fue nefasta para la economía y generó muchos descontentos, que aprovecharon los grupos opuestos a los omeyas que conscientes de la debilidad política del califa, entraron en acción.
          Murió Umar a lo 39 años de edad, y lo sucedió Yazid, hijo de Abd Al-Malik.


YAZID II (720/101-724/105)

          Durante su mandato, tuvo que luchar contra ibn Al-Muhallab, que había sublevado a las provincias dependientes del gobierno de Basora. El ejército del califa al mando de Maslama, sofocó la rebelión y en la lucha murió Al-Muhallab. La familia del fallecido fue perseguida e incluso se vendieron como esclavos a mujeres y niños musulmanes, a pesar de que las leyes del Islam lo prohibían. Este proceder fomentó el odio entre las tribus del califato omeya.
          Pretendió nombrar sucesor a su hijo Al-Walid que era menor de edad, pero muchos se opusieron y accedió a nombrar a su hermano Hisham ibn Al-Malik.


HISHAM (724/105-743/125)

          Fue Hisham el cuarto de los hijos de abd Al-Malik, que gobernaron como califas. Durante su mandato, el califato alcanzó su máxima extensión. Sus ejércitos continuaron las conquistas más allá de los Pirineos, ocupando Narbona, Nimes, Bezier y Arlés. El gobernador de Al-Andalus, abd Al-Rahmán Al- Gafiqui, invadió la Gascuña y llegó hasta Poitier, donde Carlos Martel al frente del ejército franco, libró una encarnizada lucha y en la batalla de Poitier venció a los musulmanes y dio muerte al gobernador de Al-Andalus.     
                              El pueblo bereber estaba descontento ya que a pesar de ser musulmanes y prestar sus servicios en las guerras, se les consideraba de casta inferior y estaban obligados a pagar elevados tributos. Los hariyíes aprovecharon estos descontentos y promovieron revueltas y sublevaciones en varias provincias, que a los ejércitos del califa les costó casi dos años reprimir.
                         Hishám fue un califa indulgente, honesto y buen administrador, pero su política tributaria dio lugar a desacuerdos y protestas que supieron aprovechar los enemigos de los omeyas.

                     
LOS ÚLTIMOS AÑOS DE LA DINASTÍA OMEYA

          Tras la muerte de Hishám, le sucedió Al-Walid II ibn Yazid (743/125-744/127). Durante su corto mandato, rebajó los impuestos, aumentó los salarios y mandó perseguir a todas las familias que se habían opuesto a su elección, tras la muerte de su padre Yazid.
          Se caracterizó este califa por su codicia, crueldad y libertinaje. Tenía dotes para la poesía y la música y en su palacio del desierto, gozaba de los placeres sin mesura. Su actitud, que era contraria a las enseñanzas del Corán, rrovocó descontentos y sublevaciones y en una de estas revueltas, asediaron su palacio y le dieron muerte.
          Tras su muerte le sucedió Yazid II ibn Al-Walid, que sólo gobernó unos meses, pues murió víctima de la peste. Fue conocido como el rebajador, ya que eliminó los aumentos de salarios que había dictaminado su predecesor. Dejó como sucesor a su hermano Ibrahim.
          Ibrahim no llegó a gobernar, ya que el omeya Marwan II, gobernador de Mesopotamia y Armenia, apodado el”burro de Mesopotamia”, no por desprecio sino por su tenacidad en la guerra, se opuso a su nombramiento y se dirigió a Siria con un ejército de 40.000 hombres y venció a las tropas de  Ibrahím (744/127). Se hizo con el poder,  proclamándose califa en Damasco.

                  Cuando Marwan II subió al poder, el califato se encontraba inmerso en grandes conflictos internos. Su gran extensión propiciaba la incomunicación y prácticamente la independencia de las provincias más lejanas. Los gobernadores nombrados por el califa, tenían que congraciarse con el pueblo para mantenerse en sus cargos. Aumentaba el descontento entre los musulmanes árabes y no árabes, ya que se sentían al margen del poder y la riqueza que generaba la política omeya, a la vez que estaban agobiados por los elevados impuestos que tenían que pagar.
          Se fueron formando grupos que manifestaban su descontento con el proceder de los califas, pues consideraban que se iban perdiendo los valores del Islam. Esta situación fue aprovechada por la familia de los Abbasíes, descendientes del Profeta a través de su tío Abbas y del hijo de éste Abdallah. Deseaban que el califato estuviera gobernado por un descendiente del Profeta y consiguieron el apoyo de todos los que se oponían a los Omeyas.        
             Los abbasíes lograron obtener un amplio apoyo en las provincias iraníes y en el 749/131, ocuparon Kufa. Fueron apoderándose de las plazas fuertes del Hurasán y de Persia. En el año 749/131, Abu Al-Abbas Al-Safa se proclamó califa en Hurasan e inició una guerra civil contra el califa omeya. Al-Safa vence a Marwan II en Zab en el año 750/132 e inicia una persecución contra la familia Omeya. Los abbasíes emplearon todos sus medios para acabar con todos los omeyas y sólo escapó con vida el joven Abd Al-Rahmán que buscó refugio en la tribu bereber y tras atravesar el Magreb, cruzó el estrecho y llegó a Al-Andalus donde en el 756/138, fue proclamado emir en   la ciudad de Córdoba, a orillas del río Guadalquivir y fundó un emirato independiente que gozó de gran esplendor. Concluyó así el califato omeya y los abbasíes subieron al poder, dando paso a un tipo de sociedad muy distinto.



LOS ABBASÍES

          La familia abbasí, descendía del tío del Profeta, Abbas y de su hijo Abdallah, uno de los primeros recitadores del Corán. Durante los cinco siglos que la dinastía permaneció en el poder, se sucedieron 37 califas, que por orden de antigüedad, fueron los siguientes:
          1º.- al-Saffah  2º.- al-Mansur.  3º.- al-Mahdi.  4º.- al-Hadi.  5º.-Harun al-rashid.  6º.- Amin.  7º.- al-Ma`mun.  8º.-  al-Mu`tasim.  9º.- al-Watiq.  10º.- al-Mutawakkil.  11º.- al-Muntasir.  12º.- al-Musta’in.  13º.- al-Mu`tazz.  14º.- al-Muhtadi.  15º.- al-Mu`tamid.  16º.- al-Mu`tadid.  17º.- al-Muktafi.  18º.- al-Muqtadir.  19º.- al-Qair.  20º.- al-Radi.  21º.- al-Muttaqi  22º.- al-Mustakfi.  23º.- al-Muti’.  24º.- al-Ta’i’.  25º.- al-Qadir.  26º.- al-Qa’im.  27º.- al-Muqtadi.  28º.- al-Mustazhir.  29º.- Mustarshid.  30º.- al-Rashid.  31º.- al-Muqtafi. 32º.- al-Mustanyid.  33º.- al-Mustadi.  34º.- al-Nasir.  35º.- al-Zahir.  36º.- al-Mustansir.  37º.- al-Musta`sim.       

Una vez conseguido el poder, los abbasíes convirtieron el califato en una monarquía absoluta, según la forma agraria tradicional y realizaron grandes cambios políticos de marcada influencia persa. Comenzaron trasladando la capital del califato desde Siria, donde estuvo en tiempo de los omeyas, a Irak. El primer califa la situó en Kufa, pero su sucesor Almansur que está considerado como el verdadero fundador de la dinastía, la trasladó a Mesopotamia, a la orilla occidental del río Tigris, cerca de las ruinas de Tesifonte. Allí constrwyó la ciudad que llamó Madinat as- Salam (ciudad de la paz), también llamada Bagdad.
Los califas abbasíes ostentaron la jefatura religiosa y política. Se rodearon de un gran ceremonial jerárquico que estaba supervisado por un chambelán. Volvieron a la teocracia de los primeros califas y se consideraron escogidos por Allah, no sólo para gobernar, sino también para dirigir la vida religiosa de los musulmanes. Presidían las oraciones del viernes por la tarde y a veces, en las batallas importantes, encabezaban el ejército.  Dejaron las labores de gobierno en manos de un visir. El visir, que tenía plenitud de poderes, presidía un consejo formado por los jefes de los distintos diwan o departamentos administrativos: El diwan al-harag que tenía a su cargo el erario del estado, administraba los ingresos recaudados por los impuestos y tasas a los que estaba sometido el califato. Durante el mandato abbasí, se generalizaron y gravaron los impuestos sobre los musulmcnes, que debían pagar el diezmo de sus cosechas y sobre el resto de la población que además pagaban una contribución territorial. También se gravaron las importaciones y  exportaciones, se impusieron tasas sobre algunos artículos y en algunas provincias se creó un impuesto de tránsito. Se creó el diwan al-nafaqat que regulaba los gastos de palacio y el diwan al-tawqid que se ocupaba de la correspondencia del califa.
El diwan al-barid, era el encargado de las comunicaciones oficiales y de la información secreta. Las rutas principales, además de la de la seda, eran las que llegaban hasta La Meca, a causa de la peregrinación anual, desde el Yemen, Iraq, Egipto y Siria.
El diwan al-surta, tenía a su cargo el mantenimiento del orden. En las ciudades un jefe de policías, el sahib al surta, estaba a cargo de los policías que mantenían el orden. En general, estos sahib destacaron por su crueldad y pocos escrúpulos. En las ciudades existía también la figura del almotacén (al-muhtasib) que se encargaba de la vigilancia de los mercados, contrastaba las pesas y medidas para prevenir fraudes, supervisaba la limpieza pública y controlaba la moralidad y religiosidad de los ciudadanos.
       En las provincias, la autoridad la ostentaba un gobernador y un superintendente que Gozaban de cierto grado de autonomía, pero ambos estaban controlados por el administrador de correos, que era el encargado de mandar información a los distintos departamentos administrativos residentes en Bagdad.
Los abbasíes establecieron un trato igualitario para toda la población, desaparecieron la distinción entre las castas, los privilegios y la nobleza hereditaria y cualquier súbdito, sin importar la clase social, podía alcanzar puestos de responsabilidad.
La importancia militar de las tribus árabes fue menguando y el ejército ya  no era popular y abierto a cualquier musulmán que deseara luchar para propagar su religión,  sino que se formaron cuerpos de tropas en cada provincia, a la vez que se  organizaron unidades de tropas compuestas por esclavos. Se eliminaron las prerrogativas y las pensiones de los militares, que pasaron a cobrar un sueldo por sus servicios.
El soldado tenía su paga y la obligación de cuidar de su equipo y, en su caso, también de su montura.
En el ejército se formaron unidades con máquinas para derribar murallas y grupos de arqueros y de lanzallamas. La caballería estaba equipada con yermo, coraza, espadas y lanzas y los lanzallamas con ropas especiales.   
Los califas estaban sometidos a las normas de la Sari’a, sagrada ley del Islam. Habían llegado al poder ayudados por un movimiento religioso, insistieron en la observancia de los preceptos religiosos y se apoyaron en la religión para unir a los distintos elementos étnicos de la población. Al conjunto de todos los cambios llevados a cabo en el califato, los abbasíes los denominaron dawla (revolución de la fortuna).
El primer califa, Abul-Abbas, que gobernó con el nombre de al-Saffh, desde el 750/132 al 754/136, dedicó los cuatro años de mandato, a reprimir a los grupos que estaban descontentos con su nombramiento.
Le sucedió su hermano Abu Ya’far, Almansur, (754/136-775/158),  considerado el verdadero fundador de la dinastía abbasí. Una vez en el poder, tuvo que enfrentarse a la oposición de su tío Abd Allah, al que venció un ejército mandado por Abu-Muslim. Luego, ante el temor de nuevas revueltas, mandó encarcelar a varios de sus tíos y mandó matar a sus familiares y allegados. Receloso del poder que ostentaba Abu Muslim, que era un general que había contribuido con sus victorias a la llegada al poder de la dinastía abbasí y del propio Almansur, lo mandó ejecutar.
Los shiíes, que habían apoyado a los abbasíes, se sintieron engañados debido a la forma de gobierno de los califas y se revelaron, anulando el pacto firmado con los abbasíes. Almansur mandó tropas para sofocar el levantamiento y fueron sometidos, pereciendo en los enfrentamientos Muhammad, biznieto del Profeta, que se hizo fuerte en  Medina y su hermano Ibrahim, que se había sublevado en Basora.
Las tropas de Almansur, también lucharon contra los rebeldes bereberes y sostuvieron algunos enfrentamientos con los bizantinos.
Fue Almansur el que inició la organización de la administración. Se  encargó de la mejora de la agricultura y para garantizar el rendimiento de las tierras, emprendió grandes obras de modernización de los canales de riego.
Implantó el árabe como lengua oficial, mejoró la economía del país que alcanzó gran prosperidad. Protegió las letras y las ciencias, que florecieron durante su reinado.
Murió el califa cerca de Meca, durante la peregrinación, en el año 775/158.               
          Le sucedió su hijo al-Mahdi (775/158-785/168), que supo mantener y aumentar el rico y próspero califato que heredó de su padre. A Bagdad llegaban las rutas comerciales de oriente y occidente, tanto por tierra como por mar. Continuó la organización administrativa iniciada por su padre. Se mejoró la industria alimenticia y la textil y se construyeron mejores viviendas.
          Los bizantinos aprovechando las luchas internas, desde los inicios del califato abbasí, fueron apoderándose de Siria y al-Mahdi envió tropas al mando de su hijo Harun, que los hizo retroceder y obligó a la emperatriz Irene a firmar la paz y a pagar un tributo anual.
          En el Hurasán, no se consolidaba el Islam, sus habitantes ligaban ideas de otras civilizaciones, con  la nueva religión y el guerrero al-Muqanna, con el deseo de revivir en la zona los ideales persas, se enfrentó a los abbasíes, llegando a conquistar toda la Transoxiana. Los ejércitos del califa lograron vencerle y al-Muqanna, se quitó la vida.
          Al-Mahdi, quiso que le sucediera su hijo menor Harún, pero Musa, su primogénito, no estaba de acuerdo y se enfrentó a su padre. Murió el califa cuando, al frente de un ejército, se dirigía a convencer a su hijo de su decisión sucesoria.
          Tras la muerte de al-Mahdi, le sucedió su primogénito Musa al-Hadi, que tenía la intención de nombrar heredero a su hijo, excluyendo así a su hermano Harún de los derechos dinásticos, pero murió antes de poder llevar a cabo sus deseos. Se cree que fue víctima de un complot urdido por su madre y su hermano.
          Le sucedió pues, su hermano Harún que gobernó desde el 786/170 al 809/189, con el nombre de Harún al-Rashid.
          Durante su reinado, se consolidaron los cambios llevados a cabo por los califas anteriores, tanto en la administración como en el ejército. Se rodeó de gran lujo y boato y se distanció de sus súbditos. Se autodenominó “la sombra de Allah en la tierra” y para demostrar que tenía poder sobre la vida y la muerte, siempre le acompañaba un verdugo.
          Tuvo el califa que hacer frente a varias rebeliones: Los hariyíes, tomaron por dos veces Mosul, pero fueron sometidos y el califa mandó derribar las murallas que la rodeaban.
          El emperador bizantino Nicéforo, rehusó pagar el tributo impuesto por los abbasíes a la emperatriz Irene y tuvo que ser obligado por las armas a cumplir el compromiso.
          Los bereberes volvían a rebelarse en Ifriqiya. Un rebelde llamado Idris, fundó en Fez el reino independiente de los idrisitas. Allá se dirigió un ejército al mando de Ibrahim al-Aglab, que se sublevó en Túnez y fundó la
 Dinastía de los Aglabitas, con su capital en Cairwán.
          La mayoría de las revueltas se sofocaron con gran contundencia, por lo que el pueblo comprendió que la oposición al régimen abbasí era inútil y el califato gozó de una relativa calma y de éxitos políticos, económicos y culturales.
          Durante el mandato de Harún al-Rashid, se vivió un gran renacimiento cultural. Florecieron la poesía, la crítica literaria, la filosofía, la medicina, la astrología y las matemáticas. Se hicieron traducciones al árabe de textos griegos, persas y siríacos, de filosofía y de medicina y los árabes, basándose en esos conocimientos, realizaron grandes descubrimientos científicos. También alcanzaron gran auge, la industria y el comercio.
          Desde los inicios del Islam, cada ciudad había desarrollado su propia ley (fiq), pero con la conversión al Islam de los pueblos conquistados y ante la  magnitud del califato, se consideró la necesidad de unificar el fiq. El califa apoyó y fomentó su estudio. Se favoreció a los ulemas, (doctores de la ley musulmana) y los cadíes (jueces civiles), recibieron mayor formación. En Medina, Malik ibn Anas, recopiló el derecho consuetudinario y la práctica religiosa de la ciudad, en una obra que llamó al-Mutawata (el camino allanado) y sus discípulos crearon la escuela Malikí, donde desarrollaron sus teorías.
          Un compañero de Malik, Muhammad ibn Idris al-Shafii, consideraba que el fiq no se podía basar sólo en la práctica de Medina. Para él, debía basarse en cuatro pilares: el Corán, la sunna, las qiyas (analogías) y la ichma (el consenso de todos los musulmanes). Estas teorías animaron a otros a estudiar e interpretar los hadices. Todas estas inquietudes contribuyeron a conseguir una homogeneidad en la vida religiosa del califato, basada en la sari’a, ley sagrada que estaba inspirada en la vida del Profeta. Había cuatro escuelas jurídicas reconocidas: hanifí, malikí, shafií y hambalí, que no se diferenciaban en lo esencial, `por lo que los musulmanes, generalmente seguían a la que prevalecía en su entorno.
          Pero la sari’a, rechazaba el proceder del califa, por considerarlo contrario a los principios islámicos. El Corán y la sari’a, consideraban la igualdad de todos los musulmanes, la obligación de proteger al débil y el respeto a las decisiones personales. No admitía ninguna institución ni autoridad religiosa que pudiese intervenir entre el individuo y Allah. Todos los musulmanes eran iguales ante Allah y no debía haber jerarquía clerical que actuara como intermediaria. Estas ideas entraban en conflicto con el califato y surgían   grupos que se sublevaban ante los abusos del califa.
          En los años del mandato de Harún al-Rashid, se vivió el inicio de la decadencia en el califato. Algunas provincias como Yfriqiya y Al Andalus, poco a poco, se fueron independizando. En Samarcanda se sublevó Rafi b Layt que en poco tiempo independizó la Transoxiana. En el Hurasán se sublevaron los hariyies y el propio califa al frente de un ejército acudió a sofocar la revuelta, pero murió antes de llegar. 
Dispuso Harún al-Rashid, que tras su muerte el califato se repartiese entre sus hijos. El primogénito, al-Amín gobernaría Iraq y las provincias occidentales, al-Ma’mun, se quedaría con las provincias orientales y al-Qasim, con Mesopotamia. Este último cedió su parte al primogénito Amín. Este reparto provocó el enfrentamiento entre los dos hermanos, en una guerra civil que duró cuatro años. Era la primera vez en la historia de Arabia, que se libraba una guerra que no tuviese motivación ideológica o religiosa, sino provocada simplemente por ambiciones personales.
          Al-Ma’mun, tras varias victorias conseguidas por su general Tahid, consiguió quedarse con todo el imperio y su hermano murió en la retirada.
          Gobernó al-Ma’mún desde el 813/198 al 833/218 y una vez en el poder, se rodeó de una guardia personal, formada por esclavos turcos venidos de más allá del río Uxus y convertidos al Islám. Para sofocar unas revueltas de jariyíes en el Hurasán, envió al oficial del ejército, Tahid y sofocada la revuelta, lo nombró gobernador de Hurasán. Supo gobernar Tahid con gran acierto y poco a poco, se fue independizando. A su muerte, lo sucedió su hijo que instauró en la zona en el 822/207,  la dinastía de los tahiríes.
          También tuvo el califa que hacer frente a las sublevaciones de shiíes en Kufa y Basora. En su empeño por evitar este tipo de revueltas, quiso ganarse la confianza de todos los grupos religiosos, pero favoreció a los mutazilíes, cuyas ideas coincidían con su talante intelectual. Esto provocó muchas tensiones, ya que los mutazilíes, persiguieron e hicieron encarcelar a destacadas personalidades de distintos movimientos religiosos. El arresto del imán Ahmad ibn Hambal, fundador del hambalismo, que se convirtió para muchos en un héroe, provocó muchas protestas.
          Al-Ma’mun, intentó poner fin a estos descontentos, renovando el pacto con los shiíes y nombrando al imán shií al-Rida, su heredero. No gustó en Bagdad esta decisión y el pueblo se sublevó y quiso nombrar califa a Ybrahim, hijo de al-Mahdi. Cuando el califa se dirigía a Bagdad para  sofocar la revuelta, murió Alí al-Rida, al que los shiíes consideran un mártir. En el lugar donde fue enterrado, nació una gran ciudad llamada Mashad. Entró  el califa en Bagdad sin encontrar resistencia.
Durante el califato de al-Ma’mun, continuó el progreso cultural, tanto en las letras como en las ciencias. En Bagdad desde los tiempos del Harun al-Rashid, existía una biblioteca para uso privado de los califas, en la que se guardaban valiosos textos de literatura e historia sasánida, llamada Casa de la Sabiduría (dar al hikman) que al-Ma’mun convirtió en una escuela de traductores y gracias a eso se salvaron muchos libros del mundo clásico.   Murió el califa cuando se dirigía a enfrentarse a los bizantinos y lo sucedió su hermano al-Mu’tasín.
Al-Mu’tasín gobernó desde el 833/218 al 842/227 y durante su califato, era evidente la decadencia del imperio abbasí. Aumentaron las rebeliones internas y la inseguridad. El califa que confiaba en la fidelidad de su guardia personal formada por esclavos turcos, escogió entre los soldados a sus jefes y oficiales. Esto provocó el descontento de la población de Bagdad y para evitar conflictos, cambió su lugar de residencia y se fue a Samarra. En esa ciudad, se construyeron magníficos edificios y dos amplias mezquitas.
La vida de lujo que llevaba el califa y los gastos derivados de las grandes edificaciones, producían apuros económicos que se solucionaban extorsionando a funcionarios, que se habían enriquecido fraudulentamente. Los soldados y jefes militares, casi todos turcos, reclamaban sus pagas y cada vez presentaban más exigencias, por lo que el gobierno y la vida del califa llegaron a depender de la tropa.  Algunos oficiales turcos (emires), se hicieron independientes y crearon pequeños estados.
Esta era la situación del califato que, tras la muerte de al-Mu’tasín, heredó su hijo al-Watiq en el año 842/227. Durante su califato, los turcos fueron aumentando su poder y tanto su guardia personal como el ejército, lo sometieron a sus exigencias, aumentando el clima de inseguridad. A su muerte en el 847/232, le sucedió su hermano al-Mutawakkil.
Mutawakkil, llevó a cabo un gobierno represivo. En el año 849/235, anuló los decretos que favorecían a los mutazilíes y excarceló a los presos por motivos religiosos. Persiguió a los shiíes y mandó destruir el mausoleo de Husayn, en Carbala, a la vez que prohibió las peregrinaciones a dicho lugar. Buscó apoyo en la ortodoxia y concedió puestos de responsabilidad en la administración, a funcionarios ortodoxos.
Persiguió también a cristianos y a judíos y ordenó destruir iglesias y sinagogas.
Para huir de la presión turca, mandó construir a las afueras de Samarra, un grandioso palacio llamado al-Gafariyya, pero este cambio de residencia no evitó que fuese asesinado en el año 861/247, víctima de un complot de uno de sus hijos y varios oficiales turcos.
Tras la muerte de Mutawakkil, y durante los cuatro siglos que aún se mantuvo el califato, éste fue a la deriva entre las ambiciones y las guerras de los que se disputaban el poder


FRAGMENTACIÓN DEL CALIFATO ABBASÍ
  
Tras la muerte Mutawakkil, el califato comenzó a fraccionarse territorial y económicamente. Para tener contento al ejército, se nombraban a los generales turcos, gobernadores de pequeños territorios que, poco a poco, convertían en emiratos independientes. Los grupos religiosos, también pugnaban por ejercer el poder. Los califas fueron perdiendo poder político, pero seguían siendo jefes de la umma y ostentaban el poder religioso.
          Los fatimíes, musulmanes de la rama shiita, elaboraron su propio sistema político que llevaron a la práctica. Aprovechando la crisis económica y política del califato, fueron dándose a conocer y en el Yemen lograron muchos adeptos. Desde el Yemen, mandaban emisarios a otras regiones y fue en el norte de África, en Túnez, donde en el año 908/275 fundaron el califato fatimí. Su primer califa fue el imán Ybayd Allah, que gobernó totalmente independiente de Bagdad.
          En el año 868/254 el turco Ahmán ibn Tulún, fue nombrado gobernador de Egipto. En poco tiempo se independizó del califato de Bagdad, a cambio de un tributo anual. Los tuluníes, gobernaron durante 37 años en un imperio que abarcaba Egipto, Siria y Palestina y durante ese tiempo, Egipto vivió una época de paz y prosperidad.
          Los ijshidíes, dinastía de origen turco, gobernaron desde 935/323 a 969/358, en Siria, en la zona  costera de Arabia y en las ciudades de Medina y La Meca y ejercieron también su poder en Egipto.
          En el año 969/358, los fatimíes, durante el mandato de su cuarto califa, Mu’izz conquistaron Egipto y comenzaron la construcción de la ciudad de El Cairo, situada al norte de Fustat y que fue la capital del califato fatimí. También construyeron la mezquita de Al-Azhar. Extendieron sus dominios a Siria y Palestina. Durante el mandato del califa Mustansir (1036/427-1049/440), el califato fatimí gozó de gran esplendor, tanto en el aspecto comercial e industrial, como en el cultural.
          Los fatimíes convivieron en armonía con la población sunní y con los cristianos, por lo que el califato vivió un periodo de paz. En El Cairo, se fundó la madrasa Al-Azhar, centro de enseñanza de la teología ismaelita, que se convirtió en la universidad islámica más importante del mundo. Los mejores poetas de la literatura arábiga de la época, estuvieron influidos por sus ideas.
          El califato fatimí, sufrió los ataques de las tribus turcas selyucidas, que les arrebataron Jerusalén y Siria. Los selyucidas eran musulmanes sunnies y fueron intolerantes con las demás religiones. Esa intolerancia, provocó la interrupción de relaciones con los cristianos, que encontraban dificultades en sus peregrinaciones a los santos lugares y esto trajo consigo consecuencias económicas. Los cristianos, con el objetivo de conquistar Jerusalén, emprendieron las cruzadas. En el año 1.099/492, los cruzados cristianos, conquistaron Jerusalén y  establecieron varios estados en Palestina, el Líbano y Anatolia.
          El califa fatimí pidió ayuda al curdo de Alepo, Nur al-Din que mandó un ejército en su ayuda, y consiguió varias victorias sobre los cruzados. Uno de los generales curdos Saladino, se enfrentó a los fatimíes y se hizo con el poder en la zona. En el año 1.171/566, Abolió el califato fatimí, que gobernó durante dos siglos. Conquistó a los cristianos Jerusalén, en el año 1.187/583. También les arrebató parte de Siria y Palestina y en Egipto fundó la dinastía ayyubí, restaurando en la zona la ideología sunní.
          En el Jurasán, Naser ibn Ahmad, fundó la dinastía de los samaníes. Esta dinastía que gobernó desde el 900/287 a 999/389, ejerció el poder en el Jurasán, Sijistán y Tabaristán y en este periodo, las ciudades de Bujara y Samarcanda, rivalizaron con Bagdad en cultura y poder.
          En el 932/320, en Afganistán se instaló la dinastía turca de los gaznavíes y en el Irán occidental, el shiita Ahmad al Buyhi fundó en 945/333 el sultanato de los buidas o buyyíes, que abarcaba la mayor parte de Irán y Mesopotamia.
          En 944/332, la familia árabe de Egipto, los hamdánidas, se instalaron en el norte de Mesopotamia, obtuvieron el control de Siria y fundaron Alepo. Todos estos  pequeños estados, estaban totalmente independizados de Bagdad.
          En Al Andalus, Abdarrahmán I, único omeya que se libró de la persecución de los abbasíes, rompió con el califato de Damasco y fundó un nuevo estado. En el 929/317, Abderrahmán III, fundó el califato de Córdoba, totalmente independiente de Bagdad. Su poder afectó a los reinos cristianos de la península Ibérica, que le rindieron vasallaje. Durante la época del califato, Al Andalus, disfrutó de gran auge político económico y social.
          El califato abbasí, a duras penas se mantenía en este clima de independencia. Se dio la circunstancia que durante gran parte de los siglos X y XI, coexistieron tres califatos: el califato omeya de Córdoba, el califato fatimí y el califato abbasí en Bagdad.
          Los califas abbasíes, dependían cada vez más de las tribus turcas. En 945/333, los buyhies, de religión musulmanas en la rama shiíta,  entraron en Bagdad y se convirtieron en los verdaderos gobernantes de la ciudad, restaurando el orden y la autoridad en el decadente califato. Pero los síntomas de decadencia eran evidentes no sólo en lo político, sino también en lo económico y comercial. Disminuyó el tráfico de caravanas procedentes de China y decayó el comercio con Rusia y la producción de metales preciosos.
          El califa musulmán, cada vez se apoyaba más en las dinastías turcas. Los ejércitos abbasíes, durante el siglo XI, estaban compuestos casi en su totalidad por tribus turcas, principalmente la de los selyucidas, que se adaptaban a las costumbres del califato y se convertían a la religión musulmana en la rama sunní.
          Los selyucidas, ya gobernaban en gran parte de Persia, cuando el califa abbasí les pidió ayuda para expulsar a los buyhíes de Bagdad. En 1.055/446, los selyucidas conquistaron la ciudad y se aliaron con los abbasíes. El califa, cuyo poder era ya meramente nominal, nombró al jefe de los turcos selyucidas, Togrul-Beg, rey de oriente y occidente y le encomendó la misión de extender la ortodoxia musulmana.
          Los turcos pasaron a ser los verdaderos soberanos del imperio. Gobernaron de forma represiva y fueron intolerantes con las ideas y religiones de los pueblos que formaban el califato. Esto tuvo consecuencias fatales tanto en el ámbito comercial como en el cultural. Los turcos sumieron al califato en una decadencia que había de resultar definitiva.           
          En la parte septentrional del continente asiático, habitaban las tribus nómadas de los mogoles que se dedicaban a la caza y al pastoreo. Influidos por la civilización turca, se fueron haciendo sedentarios, desarrollaron una rudimentaria forma de gobierno y se convirtieron en agricultores.
          En una de estas tribus, nació Gengis Kan, que fue el fundador del imperio mogol. Organizó un gran ejército y en pocos años, con el empuje salvaje de sus tropas, fue conquistando territorios y  formó en menos de veinte años, un gran imperio.
          La enorme extensión que iba adquiriendo el imperio mogol, era un peligro y una amenaza para el califato abbasí. En Europa, ningún estado fue capaz de hacer frente al empuje mogol, pero en Persia, el Islám presentó a los mogoles una tenaz resistencia y el Gran Kan de Persia, ordenó invadir Bagdad. En el 1258/656, los ejércitos mogoles cruzaron Persia, entraron en Bagdad y mataron al califa y a más de cien mil musulmanes. Sólo se libraron de esta matanza, los cristianos que vivían en la ciudad.
          Con la desaparición del califato abbasí, que por entonces era ya una institución decadente, terminó una etapa importante de la historia musulmana. Pero la decadencia política del imperio musulmán, fortaleció a la religión islámica. La división del califato, propició que tanto Córdoba como El Cairo, Samarcanda o Bagdad, brillasen como centros culturales. El sistema de pequeños emiratos, se aproximaba más al espíritu igualitario del Corán y las tensiones entre el absolutismo del califato abbasí y el islám, fueron desapareciendo. Los ulemas, adaptaron la sari’a a la nueva circunstancia política y mientras que los emires se sucedían, los ulemas se convirtieron en la única autoridad estable y la devoción de los musulmanes se hizo más profunda.




La unidad política de los musulmanes, duró poco más de un siglo. Las grandes inquietudes por preservar la doctrina revelada y las enseñanzas del Profeta, acarrearon disputas y enfrentamientos y el mundo del Islam se fraccionó en varios estados. Pero eso no supuso el fin de la expansión islámica. Muy al contrario, ya el Corán fue llevado por nuevos conquistadores a gran parte del mundo: Por el occidente se extendió, debido a las conquistas llevadas a cabo en el norte de África, hasta el Océano Atlántico. Se propagó por Asia central y el área del Volga, debido a la conversión de los kanatos mongoles y turcos. Se extendió por parte de la India y debido al auge comercial, comenzó a difundirse en Malasia y Sumatra.


LOS  AYYUBIES  EN  EGIPTO

Concluye en Egipto el califato fatimí, en el año 1171 cuando el kurdo Saladino, que había acudido a la zona enviado por el sultán de Alepo, Nur al-Din para ayudar a los fatimíes en sus luchas contra los cristianos cruzados, se hizo con el poder y fundó la dinastía ayyubí, restaurando en la zona el pensamiento sunní.
Tras la muerte de Nur al-Din   ocurrida en 1174/ 569, Saladino inicia la conquista de Siria y se apodera de Damasco, Alepo y Mosul.
Salah ad Din Yusuf ibn Ayyub, conocido por Saladino, nació en  seno de una importante familia turca en el año 1137/531. Era muy inteligente, amante de la cultura y muy aficionado a la literatura. Poseía gran talento militar y fue valeroso, justiciero y respetuoso con los vencidos. Supo gobernar sabiamente su amplio imperio que se extendía desde Trípoli  hasta el Tigris y desde las montañas de Armenia al océano Índico.
En Palestina, se enfrentó Saladino a los cristianos cruzados y les arrebató Acre y otras plazas fuertes. Se enfrentó al rey Guy de Jerusalén y lo venció en le batalla de Hattin, apoderándose de Jerusalén en 1187/583. Años después los cristianos logran reconquistar Acre, pero a pesar del empeño por recuperar Jerusalén, no lo consiguieron. En el año 1192/588, Saladino firma una tregua con el rey cristiano de Inglaterra Ricardo I. El rey inglés abandona la lucha en Palestina y a cambio logra que los peregrinos puedan entrar en Jerusalén. Murió Saladino en Damasco en el 1193/589.
Continuaron los cruzados sus ataques con el objetivo de conquistar Jerusalén y el sultán ayyubí al-Kamil, sobrino de Saladino, para evitar un gran derramamiento de sangre, en el año 1229/626, firmó con el emperador cristiano de Alemania Federico II, una tregua de 10 años en la que acordaron que Federico ostentaría el poder absoluto en Jerusalén Belén y Nazaret. En 1244/642, los ejércitos musulmanes reconquistaron Jerusalén.
Al-Kamil fue un hombre culto, estudioso de la gramática y las leyes, a la vez que poeta. Fundó en El Cairo una escuela para el estudio de las ciencias y las tradiciones. El imperio ayyubí, gozó de prosperidad y floreciente cultura.


LOS MAMELUCOS

Los ayyubíes compraron esclavos (mamluc) jóvenes, procedentes del sur de Rusia y de las regiones del Cáucaso. Estos jóvenes mamluc recibían preparación militar y educación islámica en una escuela de El Cairo. Cuando completaban su formación, salían siendo hombres libres y se enrolaban en el cuerpo de mamelucos reales. Recibían unas tierras para poder mantenerse y además un caballo y equipamiento. Este ejército que destacaba por su valor, fue alcanzando poder y llegó incluso a escoger a sus propios jefes. Este fue el origen de los mamelucos que años mas tarde se harían con el poder.
Abd al-Rahmán Ibn Jaldún, gran filósofo e historiador musulmán describió la técnica de combate de estos soldados que eran excelentes arqueros. Decía que su orden de batalla consistía en una formación de líneas sucesivas que, agachados, de rodillas, o de pié, se protegían unas a otras mientras lanzaban sus flechas contra el enemigo.
Los cristianos cruzados continuaban atacando las posesiones musulmanas. Luis IX rey de Francia, al frente de un numeroso ejército, atacó Egipto durante el mandato del sultán ayyubí al Salih y en el 1249/647 tomó Damieta. Se dio la circunstancia que el sultán ayyubí murió ese mismo año y su esposa Shayar ad-Durr, mujer inteligente, dándose cuenta de las fatales consecuencias que su muerte podría tener en momentos tan críticos, redactó un documento en el que el sultán nombraba heredero a su hijo Turá Shah y comandante del ejército a Fakhr ad Din y lo firmó falsificando la firma del sultán.
Shayar ad-Durr, con la ayuda de ad-Din, dirigió la resistencia musulmanas contra los cristianos cruzados. Capturó al rey francés que para ser liberado, tuvo que pagar un rescate de 400.000 dinares y ceder Damieta.
Tras la victoria y la muerte de Turá Shah que fue ejecutado acusado de cobardía y corrupción, fue nombrada Shayar ad-Durr, sultana del imperio ayyubí. Se hizo cargo de los asuntos de estado, se acuñó un sello real con su nombre y en todas las mezquitas se pronunciaba el sermón del viernes en su nombre. Su mandato fue muy breve pues se casó con el comandante mameluco al Mansur Aybak y abdicó. Fue pues Aybak el primer sultán mameluco.
Los mamelucos que eran guerreros experimentados y valientes, supieron frenar el avance de los mogoles y lograron reconquistar Siria y Palestina a los cristianos cruzados que desanimados, no predicaron nuevas cruzadas.
Durante el mandato de los mamelucos, se mantuvieron intercambios culturales y comerciales con los musulmanes del norte de África. Sus expediciones comerciales las aprovechaban para difundir el Islam. Los habitantes del archipiélago indonesio empezaron a convertirse al Islam en el siglo XIII con la llegada de los comerciantes mamelucos.
Fueron los mamelucos excelentes arquitectos. Buena prueba de ello dejaron en las mezquitas de El Cairo, donde desarrollaron un estilo arquitectónico musulmán, con características originales.
Durante el tiempo que estuvieron en el poder, gobernaron el amplio imperio dos dinastías de mamelucos. En la dinastía Bahrí que estuvo en el poder desde 1250/648 a 1382/784, se sucedieron 27 sultanes que consiguieron que Egipto y Palestina gozaran de gran prosperidad, a la vez que conquistaron nuevos territorios.
Destacó en esta etapa el sultán Ruknuddin Baibars que era un esclavo de raza turca diestro en el manejo de las armas y gran guerrero. Fue también un buen gobernante, hizo construir hospitales, escuelas y embalses y canales  en el valle del Nilo. Se preocupó por los necesitados, a los que atendía distribuyendo anualmente bolsas de alimentos. También se preocupó de que sus súbditos cumplieran con las normas de la religión: Prohibió la prostitución y las bebidas alcohólicas, bajo pena de muerte y denunciaba los problemas de la época y recomendaba soluciones.       
Durante su mandato (1260/658- 1277/675) se enfrentó a los mongoles en varias ocasiones y siempre salió victorioso. A los cruzados les logró conquistar enclaves considerados inexpugnables. En 1266/664, se apoderó del castillo de Safed y dos años después, conquistó el enclave de los templarios Beufort que estaba situado al sur del Líbano. En el 1271/669, conquistó el famoso Krak de los Caballeros en Siria. También conquistó importantes ciudades, como Arsuf, Cesárea, Jafa, Haifa, Antioquia y Torón y destruyó el castillo de los nizaríes en Siria.
En el año 1260/658, El sultán Qutuz y Baibar, derrotaron en el norte de Paletina en el oasis de dunas de Ayn Yalut, a un poderoso  ejército mongol enviado por Hulagú, nieto de Gengis Kan y que estaba al mando de Ketboga. Fue la estrategia de los mamelucos la que les dio la victoria. Los ejércitos de Qutuz, aguardaron fuera de la vista de los mongoles. Baibar y sus hombres fingieron un ataque e inesperadamente se retiraron. Los mongoles les persiguieron y Baibar los condujo al lugar donde esperaba Qutuz, cayendo los mongoles en el engaño. Se dice que fue esta una victoria muy importante para el imperio musulmán y para la historia del mundo, pues la victoria de los mongoles  hubiera supuesto la decadencia de la civilización  islámica  y esto hubiera cambiado el curso de la historia en el Mediterráneo
Murió Baibar en Damasco en el año 1277/675. Le sucedió el sultán Qalawun al Alfil, que logró rechazar a un gran ejército de mongoles y armenios y sus aliados hospitalarios. Este ejército estaba mandado por Mangu Timur y el rey León de Armenia. La batalla se libró a las afueras de Homs, en Sicilia en el 1281/680. Los invasores que sufrieron grandes pérdidas (el general mongol cayó herido de muerte), se retiraron al otro lado del Eúfrates.
Los mamelucos supieron contener el avance de los mongoles y evitaron que éstos arrasaran Egipto, Siria y Palestina.
En una ofensiva contra los cristianos, al Alfil reconquistó Trípolis, donde perdieron la vida muchos soldados francos. También le arrebató a los templarios la fortaleza de Margat y mandó restaurar Alepo y Damasco, casi destruidas por los cristianos.
 Cuando se dirigía a Acre, murió el sultán (1290/689) y le sucedió su hijo  al Jalil que tomó Acre en el año 1291/690. Los cristianos desanimados por tantas derrotas, abandonaron las ciudades de Tiro, Sidón, Beirut y el castillo templario de Tortosa.
En el año1341/741, Egipto inicia una decadencia que se vio agravada por la epidemia de peste negra que sufrió en el año 1348/749, que asoló el territorio y mermó la población.
La segunda dinastía de los mamelucos, los buyíes, eran de origen circasiano y gobernaron desde 1382/784 a1517/923. Los sultanes de esta época no supieron imponer su autoridad y se vieron envueltos en disputas, rebeliones y contiendas civiles, para conseguir y mantener el poder. En este clima de revueltas y gracias a su habilidad para rechazar las invasiones exteriores, los mamelucos mantuvieron Egipto y Siria.
 Entre los buyies, destacó el sultán Bursbaid Ashraf Saif ad-dín que gobernó entre los años 1422/825 y1438/832, atacó Chipre y capturó al rey Janus, declarándose vasallo del sultán, Juan II hijo del rey Janus.
En el año 1517/910, el sultán turco Salín I invadió y conquistó Egipto, que quedó integrado en el imperio otomano.


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