viernes, 25 de enero de 2013

Causas y consecuencias de la traición de la Iglesia a Juan Pablo Duarte



 Por:Argelia Tejada Yangüela
Doctora en sociología cuantitativa (PhD) y maestría en teología

Sobre mí .Especialista en evaluaciones de impacto y estratégicas en las áreas de organización y protestas rurales, salud primaria y saneamiento, planificación familiar, educación, alimentación escolar y alimentos por trabajo, y desastres.  Autora de los libros "Bateyes del Estado" y "Metodología de una Experiencia en el Sector Rural" así como de decenas de estudios y artículos distribuidos a nivel internacional y nacional.  Actualmente investiga y escribe


La Nación dominicana es la reunión de todos los dominicanos. La Nación dominicana es libre e independiente y no es ni puede ser jamás parte integrante de ninguna otra Potencia, ni el patrimonio de familia ni persona alguna, propia, ni mucho menos extraña" Juan Pablo Duarte
Es un hecho conocido aunque no divulgado que el origen de nuestra nación estuvo intervenido políticamente por la Iglesia Católica.  La Carta Pastoral del 28 de julio de 1844 que emitiera el Arzobispo Tomás de Portes e Infante con la amenaza de excomulgar a quién no votase por Pedro Santana le arrebató la presidencia de la Primera República a Juan Pablo Duarte.  El triunfo electoral de Pedro Santana privó a la nación dominicana de un gobierno liberal y democrático e implantó un gobierno dictatorial y anexionista responsable de la persecución y asesinatos de destacados Trinitarios y del destierro de Juan Pablo Duarte y su familia.
Lo que puede considerarse “la historia oficial del Arzobispo Portes” fue presentada en 1966 por Monseñor Juan Félix Pepén durante la presentación de un libro en su honor.  Éste destacó su supuesto patriotismo y sus méritos por fortalecer la Iglesia. Fue alabado por haber sido el primero que otorgó el título de Padre de la Patria a Duarte cuando lo recibió en el muelle de Santo Domingo el 15 de marzo de 1844; por haber despedido a Duarte con una bendición en la Puerta del Conde; y por haber celebrado la proclamación de la primera Constitución el 23 de noviembre de 1844.[i] No sin dejar de destacar su rechazo inicial al firmarla.
La excomunión de Duarte y los Trinitarios y la amenaza de excomunión para los que no votasen por Pedro Santana no aparecen en este libro.  Quizás no hubo malicia de parte del prelado y efectivamente desconocía la Carta Pastoral del Arzobispo Portes que yacía en los Archivos de la Arquidiócesis cuando presentó su biografía.  Pero es difícil pensar que la desconocía cuando reconoce que Portes escribió las primeras cartas pastorales de la República.
Tampoco puede ser casual que esta pastoral no aparezca en  el portal de la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) junto a documentos considerados importantes, y que tampoco aparezca la Pastoral de 1938.  Contrariamente, la CED afirma en su reciente Carta Pastoral del 21 de enero,  que el que haya leído "todos los Mensajes anuales del día de la Independencia dominicana se convencerá de que la Conferencia del Episcopado Dominicano se ha sentido siempre obligada y comprometida a contribuir desde su misión con una nación más sana moralmente, más fraterna, justa y equitativa".  Su memoria histórica es selectiva al omitir las pastorales emitidas con fines  electoreros para apoyar dictaduras.
La pastoral de 1844 estuvo enterrada por cien años en el Archivo General de la Arquidiócesis de Santo Domingo, estante B cajón 62, legajo 28.  Su conocimiento debemos agradecerlo a Emilio Rodríguez Demorizi, quien entregara una copia al Archivo General de la Nación, en la Colección del Centenario de la República Dominicana, Volumen II páginas 47 a 55. También agradecemos al historiador Juan Mariñez por divulgarla.
Sociología del triunfo de Pedro Santana
La excepcionalidad de la Independencia dominicana a principios del Siglo XIX nos permite comprender las causas sociológicas que posibilitaron  la participación de los clérigos en el movimiento independentista, contrario a lo que sucediera en otras naciones de la América Latina y los Estados Unidos, donde los movimientos independentistas se distanciaron de iglesias establecidas aliadas a  poderes coloniales.
La alianza ancestral de la Iglesia con los intereses coloniales  de  España no explica por sí sola el triunfo electoral de Pedro Santana sobre Juan Pablo Duarte.  Es necesario preguntarnos, ¿por qué en otros países de América Latina esos mismos intereses de la Iglesia no prevalecieron sobre los revolucionarios independentistas?  ¿Por qué tampoco prevalecieron durante las revoluciones capitalistas de Europa?  Éstas últimas lograron cambiar el feudalismo europeo integrado a Iglesias establecidas por un capitalismo democrático que solamente  produjo dictaduras allí donde se establecieron alianzas entre las clases burguesas y terratenientes'.[ii]
En los países de la América Latina, con la excepción dominicana, las élites criollas sustituyeron el poder imperial colonialista y cambiaron el modo de producción colonial y esclavista.  Durante las guerras de independencia en estos países los revolucionarios enfrentaron a una Iglesia aliada al poder colonial que ellos intentaban sustituir.  Esto convirtió a las fuerzas revolucionarias en anticlericales—dependiendo de la intensidad de sus luchas.
Puede observarse el caso mejicano: el Estado  prohibió las vestimentas religiosas en lugares públicos y la Iglesia todavía no ha logrado negociar un Concordato que la financie.  En los Estados Unidos, las colonias lucharon por la independencia de la monarquía británica donde el poder eclesial y estatal convergía en una misma persona.  En su primera Constitución de 1789 el pueblo se señala como la fuente del poder político sin referencias a poderes sobrenaturales y la primera enmienda a la Constitución que encabeza su lista de derechos prohíbe la creación de una iglesia oficial.
La excepcionalidad dominicana deviene del hecho que su lucha por la independencia no fue contra España, sino contra Haití. Durante la ocupación de la ex-colonia española, Haití enfrentó a la Iglesia y la despojó de su poderío económico. Luis Martínez Fernández (1995) hace el señalamiento de que "quizás ningún otro sector  de la sociedad dominicana sufrió pérdidas mayores  que las sufridas por la Iglesia Católica durante los 22 años de la ocupación haitiana (1822-1844)"[iii] [mi traducción].
Martinez cita a Frank Moya Pons para explicar cómo el estado y la iglesia colonial quedaron debilitadas por la declaración de independencia en diciembre de 1821, y como semanas más tarde doce mil tropas bajo el comando del presidente haitiano Jean-Pierre Boyer invadieron la ex-colonia española para satisfacer la meta haitiana de muchos años de unificar la isla bajo dominio haitiano.[iv] Boyer nacionalizó las tierras propiedad de la Iglesia Católica y de las órdenes religiosas, y canceló los censos y las capellanías (dinero prometido por donantes) que personalmente eran usufructuadas por el Arzobispo Pedro Valera.[v]
Adicionalmente, el régimen haitiano dejó de pagar los sueldos de los sacerdotes financiados bajo el patronato real, suprimió monasterios y cerró la Universidad de Santo Domingo cuya facultad la constituían sacerdotes.  La reducción de la Iglesia al nivel de una institución cualquiera y el corte de su financiamiento provocaron el rechazo del Arzobispo Pedro Valera al régimen haitiano, a pesar de la disposición de los haitianos de restaurarle su salario. Temiendo por su vida, el Arzobispo Valera, abandonó la isla para Cuba en 1830, dejando como líder de la Iglesia a Tomás de Portes e Infante.  Por estos motivos, la iglesia temía a las tropas haitianas y defendía la anexión a Francia, no el establecimiento de una nación independiente.
Por otra parte, los Trinitarios carecían del poder militar para vencer por ellos mismos al ejército haitiano y a la vez tenían dificultad para crear unidad política en torno a la creación de una nación independiente, dado la existencia de grupos pro-haitianos y pro-anexión a Francia o España.  Por estas razones les fue necesario establecer una alianza táctica con el sector anexionista de caudillos regionales como los hermanos Santana y de los clérigos que también anhelaban  mantener las tropas haitianas en Haití.[vi] De aquí que los grupos que lucharon por la independencia de Haití lograron una unidad táctica, no estratégica.
Una vez consumado el triunfo militar sobre el ejército haitiano, las diferentes estrategias se manifestaron y dividieron el campo político.  La iglesia luchó por sacar a los verdaderos independentistas de la arena política y logró sustituir el discurso movilizador de las ideas Duartianas de soberanía, libertad y democracia  con simbolismos bíblicos y la amenaza de excomulgar a quien no votase por Pedro Santana.
Años más tardes, las diferencias estratégicas entre la iglesia y el gobierno de Pedro Santana se dirimieron frente al Congreso Nacional el 14 de marzo de 1853.  En esa ocasión, Portes se negaba a jurar por una constitución que no fuese confesional bajo el alegato de que había dos potestades "la Civil y la Iglesia. Yo soy un enviado de Dios". Contrariamente, Santana consideraba que existía anarquía porque los poderes de la Iglesia y el Estado se confundían, por lo que  "no podía consentir dos poderes en el Estado". Finalmente Portes accedió ante la voluntad del Presidente Santana de deportarlo.[vii]
Conclusión
El siglo XIX de nuestra historia resulta difícil de comprender, digerir, asimilar y aceptar.  Es difícil explicar en pocas palabras las causas que determinaron el fracaso electoral de Juan Pablo Duarte a la presidencia de la Primera República.  Es difícil comprender que serían traicionados y perseguidos por los mismos que se les unieron para sacar las tropas haitianas del territorio dominicano.  Es también difícil admitir  que  los mismos sectores  que se confabularon contra el Padre de la Patria han perdurado activos en nuestra historia.
La Iglesia Católica, a un año del 200 aniversario del nacimiento de Juan Pablo Duarte, debería aprovechar la ocasión para hacer un acto de reparación al pueblo dominicano.   Es tiempo de que reconozca sus errores y renuncie a los privilegios que les otorga un Concordato anacrónico.  Pero en vez de humildad, recientemente hemos observado la actitud de prepotencia eclesiástica  amedrentando  y amenazando a los políticos con el voto electoral; repitiendo la historia de 1844 al imponer a políticos de poco carácter al inclusión de dogmas religiosos en la Constitución..
Esta injerencia política de la iglesia es incomprensible para casi todos los países del mundo cuyas constituciones se fundamentan en la defensa de los derechos humanos. La ausencia de una rebelión se explica porque el pueblo continúa adormecido como lo estuvo en 1844. Continúa de espaldas a la ciencia y de frente a la Autoridad en todas sus manifestaciones.   Los nuevos dictadores corrompen con prebendas;  quiebran el sistema de educación pública y ofrecen religión en vez de moral y cívica; mantienen al estudiantado alejado de la memoria histórica de sus luchas y del conocimiento de las causas de su pobreza.  Por eso nuestra cadena de dictadores continúa gobernando.
El próximo martes presentaré el análisis y partes del texto de nueve páginas de la Carta Pastoral de 1844.
[i] Ángela Peña.  Calles y Avenidas.  Arzobispo Portes dirigió catolicismo en Santo domingo.  Periódico Hoy, 6 Noviembre 2010.
[ii] Ver Barrington Moore.  Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia.  El señor y el campesino en la  formación del mundo moderno. Traducido por Jaume Costa y Gabrielle Woith, segunda ed.  Barcelona: Ediciones 62 sja, 1976.
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[iii] Luis Martinez-Fernández. The Sword and the Crucifix: Church-State Relations and Nationality in the Nineteenth-Century Dominican Republic. En  Latin American Research Review,  1995, Vol. 30, No. 1, pp.  69-94.
[iv] La meta de la unidad e indivisibilidad de la Isla permaneció explícita en la Constitución de Haití hasta 1986, después  de la caída de la dictadura Duvalierista.
[v] Ver. Frank Moya Pons, "The Land Question in Haiti and Santo Domingo: The Sociopolitical Context of the Transition from Slavery to Free Labor, 1801-1843". En Between Slavery and Free Labor, Editado por  Manuel Moreno Fraginals, Frank Moya Pons, and Stanley L. Engerman (Baltimore, Md.: Johns Hopkins University Press, 1985), 181-214, esp. 185-86.
[vi] Ver Eduardo Latorre.  Política Dominicana Contemporánea.  Santo Domingo: INTEC, 1975.  Latorre  sostiene que  "una cosa fue dar el trabucazo de la Independencia y otra poder mantener el ejército haitiano fuera del territorio dominicano.  Los Trinitarios habían sido intrépidos en su golpe de estado en la ciudad,  pero no pudieron inducir al país a la independencia sin sus aliados anexionistas, pues no tenían el poder para enfrentar por si solos a los haitianos".  Pag. 34.  Latorre se apoya en José Gabriel García. Compendio de la Historia de Santo Domingo. SD: Publicaciones Ahora, 1968, 4ta edición, Volumen 1; y  Summer Welles. La Viña de Naboth. Trad. M.A. Moore.  Santiago: Editorial El Diario, 1939, Vol. 1.
[vii] Ángela Peña.  Ídem.

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