martes, 8 de octubre de 2013

Antonio Montesinos Historia, República Dominican

Antonio Montesinos

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    Antonio  Montesinos (¿-?). Dominico enviado por el rey Fernando el Católico en 1510 junto con fray Pedro de Córdoba y otros sacerdotes de su orden para evangelizar a los indígenas. Autor del primer sermón contra los abusos de los españoles en las Indias.
Entre los varios títulos alegados por los españoles para legitimar la conquista y dominio de las Indias, uno de ellos era la necesidad, refrendada en las bulas del papa Alejandro VI, de predicar el evangelio a los nativos. Esa misión fue, en cierto modo, el origen de las encomiendas. Los indios fueron entregados a los españoles para que realizaran gratuitamente trabajos en su beneficio, a cambio de lo cual los encomenderos estaban obligados a adoctrinarlos en la religión cristiana. Salvo algunas excepciones, esa obligación nunca era cumplida.
Naturalmente, la tarea de evangelizar a los indígenas correspondía sobre todo a la Iglesia, razón por la cual el rey Fernando envió a la isla en 1510 tres religiosos de la orden dominica: fray Pedro de Córdoba, prior; fray Antonio Montesinos y fray Bernardo de Santo Domingo. A su arribo, Diego Colón y su esposa se hallaban en La Vega, y el primero de los frailes tuvo que llevarles la noticia de su llegada.
Muy pronto advirtieron los frailes los abusos y atropellos que los españoles cometían contra los indios. Conscientes de esas iniquidades, estudiaron la acción a tomar para detenerlas, decidiendo denunciarlas a viva voz. Consecuentemente, eligieron a fray Antonio Montesinos, que tenía fama de buen predicador, y en la misa del cuarto domingo de Adviento de 1511, ante la presencia de Diego Colón, funcionarios de la colonia y vecinos, condenó enérgicamente las encomiendas, declarando que los españoles que se servían de ellas estaban obligados a dejar en libertad a los indígenas por ser estos vasallos del rey y no esclavos. De no hacerlo ni restituir las ganancias mal habidas, se les negaría la absolución cuando se confesasen.
El Padre Las Casas cuenta que las autoridades y vecinos de la ciudad se reunieron en la residencia de Diego Colón, y acordaron dirigirse a la de los dominicos para quejarse del atrevimiento de Montesinos y exigirle una retractación pública. El prior les contestó que no habría inconveniente en tratar de nuevo tan grave materia para precisarla conforme a la doctrina católica. En su segundo sermón, Montesinos ratificó lo dicho. Las encomiendas, alegó, eran ilegales e inhumanas y si los españoles persistían en conservarlas los indios los aborrecerían y la isla se despoblaría.
En vista de la reiterada actitud rebelde de los dominicos, los afectados enviaron una carta oficial de protesta al rey, la cual fue seguida por las escritas por los consejeros indianos Fonseca, Conchillos, Cabrero y otros que tenían encomiendas en la isla. En su respuesta de 20 de marzo de 1512, el monarca encargó a Pasamontey a Diego Colón que resolviesen la cuestión mediante el compromiso de los frailes de no tratar ni pública ni privadamente el tema, y en caso de no consentir en hacerlo, que los enviaran a Castilla en el primer navío para dar cuenta de su comportamiento al superior de la orden.
No muy convencidos de que los frailes acatarían la disposición real, los encomenderos persuadieron al franciscano Alonso de Espinar, un religioso dotado de evidentes virtudes pero parco en Teología, para que fuese a España a exponer al rey los detalles de lo ocurrido y explicar que con el trabajo de los indios se sustentaba la tierra y se extraía el oro, del que provenían las rentas reales. Enterados, los dominicos enviaron también a Montesinos, experimentado en letras y de gran ánimo y eficacia, a defender su posición en el Consejo Real. El rey no puso trabas en recibir a Espinar cuantas veces quiso, mientras que a Montesinos se le cerraban todas las puertas. Un día, contrariado por los obstáculos que se le interponían, forzó la entrada a la sala del rey, quien accedió a oírlo. Entonces, el dominico le leyó un memorial contentivo de todos los agravios de que eran objeto los indios. Asombrado de cuanto había escuchado, el monarca, a instancias de Montesinos, convocó a cuatro teólogos dominicos para que se incorporaran a los miembros del Consejo y debatieran con ellos la cuestión. Concluido el primer encuentro, el rey agregó a la junta cuatro juristas. Montesinos visitó a Espinar y le recriminó haberse puesto al servicio de los encomenderos. El franciscano se arrepintió y se alió al dominico.
Resultado de las deliberaciones de la junta fueron las Leyes de Burgos, favorables a los intereses de los encomenderos. Las noticias que sobre la marcha de las reuniones le había mandado Montesinos intranquilizaron a fray Pedro de Córdoba, quien partió para España, encaminándose a Valladolid con el fin de entrevistarse con el rey y lograr algunas modificaciones a las leyes. Fernando V consintió en designar una nueva junta para que redactase las enmiendas. Las adiciones a las leyes de 27 de diciembre de 1512 no agradaron al padre Córdoba, pese a lo cual se promulgaron el 28 de julio del año siguiente.
Ante lo inevitable de ese hecho, el dominico propuso al rey la evangelización de los indígenas de Tierra Firme para que los españoles no los repartiesen entre ellos. El monarca se mostró de acuerdo y cuando el prior de los dominicos regresó a Santo Domingo envió tres religiosos desde la isla de las Perlas a predicar en la provincia de Maracapana, situada al oriente de Cumaná, pero los indios los mataron. Sin desalentarse por tan trágico fin, se ofrecieron como voluntarios otros tres: Montesinos, Francisco de Córdoba y Juan Garcés. En la isla de San Juan cayó enfermo el primero y tuvo que quedarse allí. El resto prosiguió su viaje hasta un pueblo de la costa llamado Chiribichi, donde fundó un convento. Poco después se presentó allí Alonso de Ojeda, quien prendió a una veintena de indios, llevándoselos en un navío para venderlos. Los nativos se vengaron matando a los religiosos.
Aparte de esos lamentables sucesos, el proyecto evangelizador de Tierra Firme fracasó cuando la corona entregó las costas venezolanas a la compañía alemana de los Welser, dirigida por Enrique Alfinger y Jerónimo Sayller. Con ellos fueron a convertir indios veinte dominicos presididos por fray Antonio Montesinos. Los alemanes devastaron la zona, lo que provocó la protesta del dominico, quien fue asesinado por un capitán luterano.

Bibliografía

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