martes, 28 de enero de 2014

Los sargentos que iban a matar Trujillo

Los sargentos que iban a matar Trujillo

  Fuente,  Publicado el 18 de enero del 2014 - 8:37 pm por
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UBI RIVAS

El entonces sargento de la Aviación Militar Dominicana (AMD), Luis Rojas Durán, luego conocido comunicador, describe en un libro de su autoría titulado “A una pulgada de la muerte”, en 492 páginas, como integró una célula de sargentos para liquidar al dictador Rafael Leónidas Trujillo.
En la época que Rojas Durán, establecido desde una treintena de años en Nueva York, donde fundó un periódico semanal, hablamos de septiembre l959, el hijo mimado del dictador, Rafael Leónidas Trujillo Martínez (Ramfis) comandaba el Ejército del Aire, la unidad militar más poderosa no solo del país sino del Caribe, estructurada por más de 300 aeronaves, inclusive una unidad de P-51 con más de 40 aviones del Escuadrón de Caza Ramfis, temible.
Conspirar para derrocar la tiranía ó eliminar al tirano era tarea peliaguda, corajuda y otra juda, sobre todo, en el recinto entonces élite de las Fuerzas Armadas, por demás, comandada por Ramfis Trujillo. Nada fácil. Grimoso. Tenebroso. De alto peligro..
Conforme a la versión del autor de la obra, página 217, la Conspiración de los Sargentos abortó por la denuncia que hizo a sus superiores el raso técnico Alejandro Vásquez Franco, salvándose milagrosamente Rojas Durán porque nadie los involucró en el complot.
Los sargentos involucrados en el complot fueron Víctor Consuegra, Rafael Román Vargas, Ulises Jáquez Bencosme, Manuel Espinosa y otros que Rojas Durán alega “escapan a mi memoria”, conociéndose que de un acto de esa envergadura, y él involucrado, sugiere un olvido convencional.
No obstante el titulo del libro alude a la Conspiración de los Sargentos, Rojas Durán apenas dedica 21 páginas al complot, y aborda infinidad de temas sin la precisión, el rigor y la ecuanimidad que cada caso que trata entraña, en una suerte de catarata de reportajes donde se detectan visibles baches conceptuales, imprecisión de hechos y circunstancias.
Inicia el capítulo del complot de los sargentos expresando que la oficina del Batallón Blindado General de Brigada Felipe Ciprián “era el centro de críticas contra la dictadura, especialmente contra la persona del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, pues en el diario El Caribe, que compraba todos los días, aparecía la figura de Trujillo actuando en algún acto o formulando declaraciones sobre diversos tópicos políticos que nosotros (el personal oficinista) calificábamos de mentiras”.
Esa afirmación resulta absolutamente inverosímil, por la época y el lugar.
Una referencia válida es cuando revela que el general Ramfis se opuso a que su padre designara al mayor general del Ejército Nacional José René Román Fernández secretario de las Fuerzas Armadas, porque el candidato de Ramfis era el general del Ejército Fernando Sánchez Otero.
La oposición de Ramfis a la designación de “Pupo” Román no fue por presentimiento de que culminaría traicionando a El Jefe, tío político suyo debido a que su esposa era Mireya García Trujillo, sobrina de Trujillo, sino porque su candidato era el general Tuntin Sánchez. “Pupo” Román traicionó también a los tiranicidas,
Maneja el asesinato del escritor Ramón Marrero Aristy en el Palacio Nacional, cuando en realidad fue en La 40.
A Trujillo lo califica de “analfabeto” (página 186), y un oficial formado por la Constabulary (Guardia Nacional) creada por el afrentoso interventor (1916-24), es inaceptable que fuese un analfabeto, y debió precisar poco ilustrado, remiso a la lectura, pero no analfabeto.
Trata el caso del general Luis Tejera, magnicida del presidente Ramón Cáceres, afirmando que fue conducido a la fortaleza Ozama y fusilado, cuando en realidad fue atrapado por el general Alfredo Victoria, jefe de la Guardia de Mon, al intentar cruzar el río Haina y fusilado ipso facto.
El caso de la muerte de Aníbal Trujillo, la atribuye a Trujillo que dice le ultimó en el baño de su residencia, cuando la versión correcta es que Aníbal era demente y se suicidó.
Es desconsiderado é irrespetuoso con el doctor Rafael Valera Benítez (Fefé), quien fue fiscal con jurisdicción nacional para juzgar a los asesinos de las hermanas María Teresa, Patria y Minerva Mirabal y a Rufino Martínez.
Al presidente Juan Bosch le atribuye “falta de coraje frente a sus adversarios. La primera medida cuando ganó la presidencia debió de haber sido el cambio de la cúpula militar, pero dejó todo intacto, no movió ni un dedo en esa dirección”, y proclamar el nefasto “borrón y cuenta nueva”, para agenciarse el voto trujillista y condonar crímenes, torturas y latrocinios, que medio siglo después aún permanecen impunes.
“A una pulgada de la muerte” contiene muchos yerros y certezas y cabe a los estudiosos de la historia reciente estudiarlo, analizarlo é interpretarlo en su contexto, que es lo valioso de la obra, que se escribió, y está a la disposición de los interesados.

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