viernes, 30 de mayo de 2014

El Rey Escorpión: los orígenes de la monarquía en Egipto

El Rey Escorpión: los orígenes de la monarquía en Egipto

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Los antiguos egipcios tenían una clara visión de su historia. Como consta en el Canon Real de Turín, una lista de reyes escrita sobre papiro en la dinastía XIX del Imperio Nuevo y reiterada por el sacerdote egipcio Manetón en sus escritos del siglo III a.C., Egipto fue creado por los dioses en la noche de los tiempos y después fue gobernado por ellos durante muchos siglos. A esto siguió una sucesión de semidioses, también conocidos como los Seguidores de Horus. Luego llegaron los reyes de Egipto, de los cuales el primero fue Menes, y se fueron sucediendo en un linaje ininterrumpido a lo largo de las generaciones. De modo que en el Canon Real de Turín, así como en otras listas de reyes del mismo período ramésida, Menes aparece tradicionalmente como el primer rey de Egipto.

Manetón clasificó, además, el sistema de dinastías que sigue vigente hoy en día, según el cual Menes fue el primer rey de la dinastía I, tras ocupar el trono después del último de los semidioses. Menes se identifica a menudo con el rey conocido como Narmer en las inscripciones contemporáneas a la dinastía I. De ahí que en numerosos relatos sobre la historia del antiguo Egipto aparezca Narmer encabezando la lista de monarcas.

Sin embargo, la identificación de los primeros reyes de Egipto no resulta tan sencilla como lo arriba expuesto. Los propios antiguos egipcios eran algo ambiguos al tratar sobre los orígenes de la realeza. Aunque las listas de reyes del Imperio Nuevo suelen empezar con Menes, los anales reales (relatos anuales de acontecimientos relevantes) recopilados mil años antes, durante el Imperio Antiguo, incluían como anterior a una línea de dirigentes más antigua. En el fragmento más largo conservado de dichos anales, que se conoce como la Piedra de Palermo, estos primeros reyes ocupaban la primera línea. En la época en que se escribieron los anales se conocía bien poco acerca de estos primeros
reyes, así que la Piedra de Palermo simplemente menciona sus nombres. ¿Conformaban estos dirigentes predecesores de la dinastía I una tradición inventada, similar a los semidioses de Manetón? ¿O bien conservan un vago recuerdo de un verdadero linaje de reyes que gobernaron Egipto antes del principio de la historia documentada?.

Las excavaciones recientes han reportado enormes avances en nuestra comprensión de los orígenes del antiguo Egipto. A pesar de que Narmer fue, sin duda, una figura fundamental en la historia de Egipto, y de que las generaciones posteriores lo consideraran como el fundador de la primera línea real de la dinastía I, hoy en día está claro que no fue el primer rey de Egipto. La labor arqueológica en el antiguo cementerio real de Abido ha descubierto tumbas que preceden a la de Narmer y cuya arquitectura y contenido las identifican como reales. A resultas de esto, los egiptólogos han ideado el término “dinastía 0” para referirse al grupo de reyes anteriores a la dinastía I.

Desgraciadamente, las inscripciones jeroglíficas primitivas son famosas por la dificultad que
presentan para ser descifradas, lo cual ha llevado a disputas sobre la identificación de los predecesores de Narmer. Por ejemplo, dos de las tumbas reales en Abido contenían inscripciones fragmentarias que a primera vista parecían ofrecer los nombres de sus ocupantes reales. No obstante, el nombre que se lee como rey Ro podría, de hecho, referirse a los objetos destinados a la boca (ro) del rey, mientras que las inscripciones atribuidas a un rey llamado Qa podrían aludir al espíritu (ka) del mismo. En otras palabras, es posible que ambas “tumbas” sean, de hecho, cámaras complementarias pertenecientes a otro entierro real cercano, quizás el de Narmer. De modo que ¡tan pronto como aparecen nuevos reyes se desvanecen de nuevo!

La Paleta de Narmer es probablemente la expresión visual más asombrosa de la realeza primitiva egipcia, pero no es el único monumento real procedente de los albores de la historia egipcia. Un extremo de una maza de piedra decorada encontrada en la misma época y el mismo yacimiento –Hieracómpolis- que la paleta ilustra un aspecto distinto de los rituales reales: la inauguración de un canal de riego. El rey representado realizando este acto se identifica mediante dos signos jeroglíficos grabados frente a su rostro, un escorpión y una escarapela. Dado que la escarapela se empleaba en este primer período para simbolizar el concepto de “dirigente”, el rey se suele identificar como rey Escorpión. Sin embargo, algunos egiptólogos prefieren interpretar el escorpión como algo más que un mero nombre. E incluso unos cuantos argumentan que el rey en cuestión es, de hecho, Narmer, basándose en las grandes similitudes estilísticas entre el extremo de la maza y la Paleta de Narmer.

Si el rey Escorpión fue verdaderamente un rey distinto debió de haber reinado aproximadamente en la misma época que Narmer, aunque no se ha hallado en el cementerio real de Abido ninguna tumba que pueda atribuírsele con toda seguridad. Dado que Heracómpolis está en el extremo sur de Egipto, se ha sugerido que Escorpión podría haber sido un rey local que gobernó la parte meridional del valle del Nilo, mientras que Narmer reinó más al norte. La verdad es que Hieracómpolis fue un importante centro durante los siglos anteriores a la dinastía I, y parece que perdió relevancia frente a Abido, su rival septentrional, hacia las últimas etapas de la unificación egipcia.

En la actualidad, Escorpión sigue apareciendo en muchas de las listas reales de los primeros monarcas, pero su posición en ellas no está bien fundamentada.

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