martes, 27 de enero de 2015

Mascarones de proa: el poder de la belleza en los mares


Mascarones de proa: el poder de la belleza en los mares

Mascarones de proa: el poder de la belleza en los mares

Publicado por el ene 27, 2015
http://abcblogs.abc.es/espejo-de-navegantes/2015/01/27/mascarones-de-proa-el-poder-de-la-belleza-en-los-mares/
“Para los adornos, me gustaría hacer uno nuevo, ya que me parece que  para la grandeza del rey, y para que la mayoría de las naciones lo distingan a la distancia no sólo reconociendo su poder por el número y la fuerza de sus naves, sino también por la riqueza y magnificencia de la belleza de sus adornos”
Jean Batipste Colbert. Ministro de Luis XIV
La madera es un material vivo. Antes de la  talla, se  debe elegir el mejor material y evitar que las piezas de madera se encuentren demasiado dañadas con nudos y grietas. También hay que identificar la dirección de las fibras. Todas las especies no son favorables. Las especies más utilizadas para testaferros son de nogal, tilo y pino.
Ordenanzas Francesas para la construcción de ornamentos decorativos en las naves del rey.
“¡Mascarones!, ¡viejos mascarones de proa!. Vosotros erais el remate de algo divino, como el barco de vela. Vosotros erais su enseña, la ornamentación del bello y gallardo barco, con su erguido bauprés”
Pío Baroja
 ”La niña coronada por las antiguas olas, allí miraba con sus ojos derrotados: sabía que vivimos en una red remota de tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia, sin saber si existimos ó si somos su sueño”
Mascarón de proa. Pablo Neruda 
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Talla de mascarón de proa de los talleres de Brest. Las naves Francesas y su tradición de los mascarones femeninos
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Figura de proa que representa a un marino legendario de la Marina Francesa. Siglo XVIII

La proa, grandeza y peligros de aventuras marítimas. La bella figura que adornaba las proas de los buques se convirtió siempre en el símbolo de la conquista de los mares. La conquista militar cuando el León o el caballo encabritado adornaba los buques de guerra. la conquista comercial cuando el emblema de una mujer contemplaba los caminos de las principales rutas comerciales y de navegación del mundo. Los únicos obstáculos a este deseo humano de conquista y exploración han sido siempre la fuerza y los caprichos de los océanos. Con los mascarones de proa ocurre algo singular. Ocurre que por su belleza son de las pocas piezas de un barco que sobreviven al desguace, por tanto a su muerte. Por el valor artístico de su talla. Por su simbolismo. Por su historia. A menudo estos bustos se quedan varados en las costas o en los cementerios de los puertos. Devuelto a la vida terrenal suelen ocurrir muchas cuestiones. Si se trata de un buque conocido, ilustre, irán a parar a los fondos de algún museo público. Pequeño o grande. De un municipio lejano en alguna costa remota. Allí, en su remota y modesta sala dedicada a los “naufragios” de pequeñas naves del lugar. Y de estos lugares casi desconocidos, en ocasiones,  a las espaciosas salas climatizadas de algún museo moderno marítimos que nos recordaban su lejano eco naval.
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Mascarones de proa del vestíbulo principal del Museo Naval de Madrid.
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Sala de los mascarones de proa del Museo de la Marina de Brest. Francia
Museología y original forma de exponer los mascarones de proa en el Galjonshallen Marinmu
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Sala expositiva de las “figureheads” de los clippers y veleros comerciales del siglo XIX anglosajón

El presente artículo se nutre en algunas ocasiones de las fotografías que he realizado personalmente durante años, idas y venidas en los diferentes museos marítimos del mundo. Desde el de la Marina de París, en donde la belleza y estilismo de las esculturas comparten protagonismo con otra de las maravillas de estas naves. Los espejos de Popa. De París pasando por el Museo de Salerno, que me sorprendió muchísimo, por la profusa colección de ellos. Tampoco podíamos olvidar nuestro querido museo naval de Madrid, en donde el espíritu de los mascarones, notablemente restaurados y conservados descansan en sus vestíbulos principales, en el llamado patio central, junto a los impresionantes modelos del Real Carlos o el Santísima Trinidad La Real, la bandera de combate del crucero Princesa de Asturias o el ático original de la Puerta del Mar del arsenal de la Carraca. En este sentido agradecer la grandísima amabilidad de Andrea Zucas, nuestra compañera de columna y gran amante de la cartografía, pero sobre todo de la belleza artística de la mar, que sin pensárselo dos veces compartió unas preciosas imágenes de su trabajo cotidiano. Y tras estos. Por supuesto Londres, su colección de figureheads, tanto en el interior del Maritime Museum, como en la colección del Cutty Sark, en la llamada sala del “John Silver”. Los mascarones de proa afortunadamente los encontramos por aquí y por allí. Casi vayamos por donde vayamos en algún lugar señero relacionado con la mar. Señalar que los mascarones de proa, cuando se observan de cerca allá donde estén, me producen una sensación extraña. Parecen decapitados. Figuras solas. Inertes. Eran la cabeza, la proa y la guía de un navío majestuoso que ya no existe. Y es curioso. En su largo peregrinar, estas proas vuelven a su lugar de origen. Prácticamente a la misma situación, cuando nacieron de las maderas, las gubias y las tallas de aquellas manos artesanas. Vuelven a encontrarse expuestas y a econtrarse exentas.Grifos. Leones. Mujeres y Unicornios. Blasones de antiguas dinastías…

Mascaron de proa del HMS London. (1840-84). Maritime Museum of Greenwich.
En las islas Scilly hay muchas figuras rescatadas de los buques que volvieron, tras años de servicio a sus abandonadas radas. Con el tiempo y a su vez con el olvido, muchos de estos mascarones de proa se pudrieron y desaparecieron. Incluso la labor del historiador a la hora de datarla, es sumamente complicada. Con el paso del tiempo, no es fácil poder averiguar y por tanto datar a que nave perteneció.  Existen en la actualidad miles en muchos de los puertos y las costas del mundo. Muchos de los desguazadores de las riberas del Thames, atesoran orgullosos en la actualidad dichas tallas sin saber de donde proceden. Las Reales Atarazanas en Portsmouth, Devonport y Chatham tienen colecciones impresionantes, a la intemperie y en la mejor de las ocasiones, en sus museos. Desde Estocolmo, pasando por Amberes, llegando a Brest, Hamburgo o Mistic… El Museo Marítimo de Barcelona tiene una colección de mascarones de proa que proceden de veleros catalanes del s. XIX y en el museo de la Marina de París, impresiona ver de cerca las maderas de los hercúleos guerreros, o las sutiles damas, que miran al frente de las proas. Aquí y allí, en colosales esculturas, que incluso son más grandes que la propia estatura de uno mismo (como ocurre en el Museo de la Marinha de Lisboa y especialmente en uno de los mas espectaculares en esto de los mascarones, el de Brest). Hoy recopilamos el recuerdo de ellas en espejo de navegantes. Quizás así podamos disfrutar un poco todos de estas viejas maderas, y así tener una excusa para preguntarnos por sus orígenes, sus formas y sus viajes. Hasta que dejaron de existir y de engalanar nuestros mares. La cuestión de ornar con belleza aquellos insignes embajadores de la mar, pasaron de moda hace ya mucho tiempo. Recordemos brevemente algunas de sus historias.
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Detalle del Museo Naval de Salerno. Los mascarones de proa de diferentes naves sin identificar, se encuentran a lo largo de diferentes salas.
Museo de Salerno

Entre el mar y las estrellas
Tradicionalmente, los marineros pensaban que las sirenas actuaban como peligrosas seductoras cuya canción podría atraerlos a naufragar en los arrecifes de coral y costas rocosas. Curiosamente, un mito concurrente, cuya existencia se da al menos desde la época de Plinio el Viejo, el cual afirmaba que una mujer desnuda o semidesnuda calmaría mares turbulentos. Se ve que la mujer  tendría siempre la posibilidad de serenar las olas y las mentes en los momentos de peligro. Y así  parece que perduró en el tiempo en las diferentes culturas y mentes colectiivas. Desde los tiempos de aquel insigne romano, hasta el reciente siglo XIX. Con el tiempo los marineros se olvidaron de las habilidades seductoras de las sirenas, para colocar en las engalanadas proas de los barcos a mujeres con el pecho desnudo, que según decía, actuaban como talismán para el buen tiempo. La sirena con el tiempo se convirtió en el mascarón de proa femenina más común.
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Figura femenina que “abre las aguas”
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Figura femenina evocadora de la Minerva Grecorromana.
Nosotros, en espejo de navegantes nos centraremos en la época moderna. A mi entender la época de oro de los mascarones de proa, desde el punto de vista decorativo, este esplendor se centra especialmente durante los siglos XVII-XVIII. Comparte camino con buena parte de la eclosión pasional y decorativa del barroco.  Pposiblemente, los mascarones sean uno de sus mayores embajadores en los mares del mundo. A este propósito, si nos queremos adentrar en los mascarones de proa, es muy aconsejable disfrutar de la lectura del manual de Andrew Peter, el mismo se adentra magistralmemnte en esta época, para enseñarnos notablemente dicho arte que en muchos casos, como ocurre con muchas cuestiones de la mar, ha sido muy olvidado. Y así nos encontramos, que durante esta época, la barroca, era común para los buques de alto rango, ser decorados con grupos de elaborado diseño de tallas. Sorprende ver las esculturas incluso en sus dibujos de los planos previos a la construcción. Era tal la minuciosidad y el detalle con el que se enfrentaban cada vez que construían una nave, que maravilla ver los bocetos de esos Hércules o esas Minervas en los planos del carpintero. Estas esculturas, que incluían figuras como dioses, diosas, monarcas, caballos alados y sirenas, eran a menudo de tamaño natural y lleno de simbolismo para la flota a la que la nave pertenecía.
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Ship decoration. Mascarones de proa y espejos de popa en el siglo de las luces. Andrew Peters

Charles Le Brun, Jean Berain, y Pierre Puget son algunos de los artistas más notables de las flotas francesas. Especialmente de los puertos Mediterráneos de Marsella, Brest y Toulon, conocían sus talleres. Y los buscaban, buscaban su maestría a la hora de trabajar la madera,  para engalanar sus barcos, para encargar que sus talleres creasen bellas figuras escultóricas que en ocasiones daban nombre al barco en cuestión. Pierre Puget, en particular, se hizo famoso por el alcance, el peso y la expansión de sus diseños en la flota francesa. Por encima y por debajo del panel, querubines y otros dispositivos de decoración se combinan con balaustradas talladas y galerías mitológicas, toda una recreación artística para los buques de guerra y de paz. No olvidemos que eran los mayores embajadores de la Francia, allá por los puertos en los que se encontrasen. Y así con todas las principales marinas del mundo conocidas.

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Impresionantes diseños de mascarones de proa en las naves de guerra Francesas.
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Las figuras mitológicas representados en las esculturas eran generalmente el mismo que el nombre de la nave. “Apolo, Zeus, Marte, Mercurio, Aquiles, Andrómeda, Venus, la náyade, y, naturalmente, Neptuno y Poseidón”. La estética neoclásica sigue siendo popular en aquellas inmensas naves de madera, y se volverían obsoletos en el siglo XIX, por cuestiones de maniobralidad y también por cuestiones de eminente pragmatismo. La nave dejaba de ser un objeto bello y de poder, para ser un isntrumento útil. Eminentemente desctructor y rápido. de A pesar de ello, aún a finales de aquella época, a caballo de la industrialización masiva, era posible ver los innumerables buques mercantes que llevaban nombres de dioses y héroes clásicos por los mares del mundo, se trata de un curioso momento de paso entre una época y otra. Entre la caballería y el motor de vapor.
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Mascaron de proa. Poseidón, rey de los mares. Patio central del Museo Naval de Madrid.

Maderas…
El diseño del mascarón no podemos olvidar que tenía que tener muy en cuenta, una cuestión muy importante. La de su colocación en la nave, que no era otra que la proa del barco, es decir la zona donde la madera posiblemente se encuentra fuertemente expuesta a la intemperie y al viento con mayor intensidad. De ahí, que en ocasiones la madera del conjunto del mascaron siempre tuviese que ser de buena calidad. Las figuras decorativas en la colección del Cutty Sark fueron creadas por talladores profesionales, que vivían y trabajaban en los muelles. Alrededor de la construcción de una nave, eran muchas las familias y los talleres que se afanaban en crear todo lo necesario para estas máquinas de guerra. Los artesanos de las artes decorativas también tenían su lugar predominante, sus instrumentos, sus técnicas, sus sabidurías que herdaban de generación en generación. Las maderas duras como el roble o la teca, fueron utilizados y en ocasiones  tratados con resinas para aumentar la resistencia de la figura para el agua, la putrefacción y el desgaste. Una vez encastadas, siempre eran motivo de orgullo por parte de la tripulación, que se sentían orgullosos de la apariencia de su barco y su mascarón de proa. Al fin y al cabo era la imagen de la nave, y todos hacían lo posible para protegerla. Al coste que fuese.
Maritime Museum of Greenwich. Mascarones de proa. Entre ellos el del HMS London
No sólo tenía el mascarón de proa de un significado emocional para las tripulaciones, también era un objeto que estaba repleto de supersticiones. En una nave donde impera la ley del pragmatismo, en donde todo esta perfectamente regulado y hay poco tiempo para otra cosa que no sean las órdenes, la superstición también tiene su lugar. A este propósito, el HMS Atlas, un navío de línea de la Guerra de la Independencia Americana de 1782, tiene una historia curiosa, que me llamo poderosamente la atención cuando la conocí.Debido a un error en el diseño, el mascarón de proa de este navío de guerra, una magnífica talla que representa al Dios Atlas, tuvo un percance. La iconografía, pesada, voluminosa, con aquella esfera del mundo que carga sobre sus hombros, tenía un problema. Por su volumen, al momento de colocarla, se dieron cuenta que era demasiado alta y obstaculizaba al propio bauprés, por lo que parte de la escultura de la esfera del mundo tuvo que ser cortada. Esa parte incluía, cosas del destino, el hemisferio en el que se encontraban las colonias americanas que defendían. Todos los marineros británicos de la nave consideraron su eliminación como un mal presagio. A tenor de los resultados, parece que no se equivocaron…
Símbolos de paz y de guerra en las diferentes marinas
Luego esta la cuestión bélica. Los atributos de hegemonía y de poder cuando se navega por las aguas del mundo tenían su importancia. Una de las formas más populares de la época moderna, fue la del León rampante. En la armada Española rugió durante algunos siglos sobre la mar. Sin embargo no fue el único león que navegaría majestuosamente sobre las aguas. Es más sorprende que todas las marinas de guerra más importantes de Europa sin excepción, adopten dicho animal para todas sus naves. Todas. Desde la sueca, pasando por la inglesa y la hispana adoptaron a este fiero animal como bello representante.

Mascarones museo naval Madrid
Ya en 1543 el Inglés Bythane Jeffrey escribió un tratado sobre la necesidad de decorar las proas de las naves, por lo que para hacer honor a la casa, se define la importante necesidad de opulencia para sus adornos. A continuación, el uso de estuco y dorado fue introducido en Inglaterra, como después daría paso  otras marinas. Y así, se dá el pistoletazo de salida a una época, en la que se gastan enormes sumas para construir, equipar y decorar galeras, galeones y posteriormente, con el paso del tiempo, navíos de línea. Venecianos y genoveses, Españoles, Ingleses, suecos y franceses competían en la creación de grandes tallas en sus barcos. Meticulosos en los detalles, impresionantes mascarones elaborados. Incluso Anton van Dyck, discípulo de Rubens, llegó a ser maestro en esta cuestión. Incluso con la evolución artística de los siglos, el León modificará su estilo. Su detalle. Su valor artístico. Pero si tenemos hablar de valor artístico, son múltiples los leones que podemos traer a espejo de navegantes, para mostrar su iconografía. Quizás en primer lugar tengamos que traer a colación el León rampante del navío Wasa. Actualmente se puede maravillar uno con él en directo, en el propio museo al observar su impresionante proa. Especialmente singular fue el momento de su recuperación de las aguas portuarias de la rada de Estocolmo, unas aguas en las que ya fuese por el expolio, las corrientes o la propia actividad portuaria, tanto en sus obras hidráulicas, como en sus vertitos tóxicos, hacían correr peligro su propia existencia.

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En el reinado de Enrique VIII el león se convirtió en el mascarón de la proa británica en general, y, con pocas excepciones, siguió siendo popular en las naves de mar y de guerra hasta el final del reinado de Jorge II. Fue llevado por tales buques famosos como el Gran Harry, de Elizabeth y el “Revenge” de Sir Richard Grenville. El de Drake, siempre fue el astuto ciervo dorado. Ese “golden hind” que escapó del león, y que se puede ver en forma de réplica en el Southmark, en la ribera sur del Tamesis. Ya en esta epoca, el mascarón de proa tomó la forma de un león heráldico o couchant gardant, como le llamaban por aquel entonces. Esculturas de leones, unicornios y dragones siguieron siendo populares en Inglaterra hasta la década de 1600, momento en que los buques más grandes comenzaron a acoger representaciones de tamaño natural de los caballos montados por los miembros de la realeza. Desde luego, uno puede imaginar pocas maneras de hacer propaganda de los monarcas de la época. Las tendencias, con un barroco que se hace esplendoroso, cambiaron rápidamente para incluir figuras en grupos. Esto hacía aún más impresionantes a estos mascarones. A veces incluso sorprendentes, porque entre otras cosas paracen más bien altares en vez de máquinas de guerra que navegarían sobre las olas. Nos podemos hacer una idea con algunos de los grabados que adjuntamos a continuación. Hasta que los estrategas se dieron cuenta que para mejorar la movilidad de los barcos, ¡no había más remedio que aligerar aquellos inmensos grupos escultóricos que navegaban sobre la mar¡, no pararon con dicha moda. A pesar de ello, el lenguaje decorativo no dejaría de estar agotado, de toda una epopeya de imágenes, de todo su teatro escénico, pasarían normalmente a destacar una sola y única alegoría para tener el honor de guiar la proa de sus naves.
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Así podemos observar como un barco de mediados de los años 1600, llamado “Naseby” tiene esculpida a una figura de Oliver Cronwell a caballo, el cual se encuentra pisoteando a seis naciones nada mas y nada menos bajo los cascos de su caballo. Por supuesto Francia y España entre ellas. Una frase tallada sobre un laurel en su cabeza: ‘Dios con nosotros’. No sería la última marina que tendría la audaz compañía y alianza de Dios para conseguir sus designios. Era una época en la que hasta para ir a la guerra había que decorar con belleza sus naves. El mismo propósito es el que te embarga cuando uno puede observar in situ el alcázar y el espejo de popa de la réplica de la nave de Don Juan de Austria en el Museo Marítimo de Barcelona. Se trataba de las forma de crear. La belleza, por la belleza, hasta en sus más insignificantes detalles. Y no era baladí. Ocurría también con la artillería.Piensen ustedes en los brocados y adornos que muchos de los cañones de bronce de su majestad Felipe II, ordenaba en sus barcos. Hasta la muerte iba adornada con la belleza.
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Presencia religiosa en los mascarones de proa. Patio Central del Museo Naval de Madrid.
Los buques españoles se caracterizaban por sus grandes dimensiones, la elegancia de líneas del casco y la solidez y perfección de su estructura: quilla, roda, codaste, cuaderna y baos, en la que se empleaban maderas de roble, caoba y teca de la mejor calidad procedentes las tierras de Cuba, Honduras y Filipinas. Maderas que eran resistentes no sólo a la temida “broma” sino también al gusano teredo navalis, pesadilla de los carpinteros de ribera. La influencia católica sobre los mascarones de proa también iban a tener su importancia.  Los países católicos como España, solían utilizan figuras religiosas como Arcangeles (solían ser la rama guerrera de estos seres celestiales), además de alegorías, cristos  y vírgenes para adornar sus barcos. La cuestión es bien sencilla. Al fin y al cabo la Armada se armaba contra la Flota del Inglés con la esperanza de subyugar a la Inglaterra protestante. La victoria aseguraría la restitución de la fe católica en ese país. Como moda parece que ya se implantan solidamente en el siglo XVI. Por aquél entonces viven en torno a la Corte importantes artesanos (extranjeros y españoles) que, además de esculpir la madera para temas religiosos, hacen esculturas para las proas de los barcos, a los cuales generalmente utilizaban la madera de cedro porque es fácil de esculpir, y como ocurría en otras marinas del mundo, poco propensa a la carcoma.
A instancias del Capitán General Antonio Valdés, en 1793 una Real Orden firmada por Carlos IV dio libertad para tallar los mascarones de proa con figuras alusivas al nombre ó al apodo del barco. La misma orden establece que aquellos buques cuyo nombre no era fácil de representar en una escultura tenían que llevar un león rampante. Siempre el León por medio. Así, en el albún del marqués de la Victoria, que tallara los designios de la arquitectura naval durante un tiempo, nos hace ver en casi todas sus detalladas láminas, la costumbre de poner la figura de un león en la proa de los barcos. Son curiosas las láminas del álbum en las que en la proa, debajo del bauprés, no pone la palabra “escultura” o “mascarón” sino que especifica “lugar destinado al león”.
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adornos navio, marques de la victoria
Marqués de la Victoria
En Francia, tuvo que ser impresionante poder observar el magnífico ejemplo del Soleil Royal . Una fragata con 104 cañones, construido en Brest en 1669 y decoradas por Pierre Puget , discípulo de Pietro da Cort. Se hablaba que debió ser una de los ejemplos mas bellos de su tiempo. La réplica de la nave, en forma de maqueta existente en el museo de la marina de París nos dibuja un espejo de popa impresionante, propio de las naves almirantas de la época. Hojas de acanto y conchas invaden las cubiertas.Venus, ninfas y querubines aumentan.La decoración se adapta el nuevo espíritu, que se vé debió ser menos belicoso y que se permite tallar esculturas placenteras. Este detalle se dá por ejemplo con los nombres de los nuevos buques que salen a la mar de los astilleros (La Pleasant, Aimable …).
¿Y durante la época Napoleónica?. ¿Que tratamiento tienen las naves del Emperador?.Curiosamente la decoración se conectan con el símbolo de la agricultura y de la fertilidad, cuestión que sorprende incluso cuando uno visita la tumba del emperador en los inválidos. O quizás no. Se trata de uno de sus grandes logros y avances. Como los del derecho y los propios puertos. Porque no llevar sus principales logros en las proas de sus barcos revolucionarios. Taambién los del nombre de sus batallas victoriosas. Como ocurre en el suelo rosa de su tumba. Igualmente en esta época se inspiran en un vocabulario antiguo: vigas, guirnaldas del laurel, águilas, lictores. Si hemos de hablar de las naves de la marina Napoleónica, es apasionante el debate que abrió sobre toda una nave legendaria. Nada más y nada menos que sobre el mascarón del “El Boucentaure”.  El mascarón de proa del buque insignia de Trafalgar, representaba  un centauro, una criatura mitad hombre mitad caballo, que tiene ambos brazos sobre su cabeza, sosteniendo un arma. Dicha maravilla de madera debe encontrarse en la actualidad  bajo las aguas, en algún lugar cercano al Castillo de Santa Catalina, en Cádiz. El debate se cernía sobre su existencia real o no sobre dicha nave insignia.
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Los archivos, sus fuentes históricas nos retrotraen al momento en el que Jean-Jacques Magendie, capitán al mando de la nave, subió al Bucentauro en Toulon, y lo hacía con un diseñador local del puerto militar. Desde la fecha de finalización de la obra, el pintor debía tener el modelo ya pensado. En su figura podemos distinguir sus armas: un centauro, mitad hombre mitad caballo. Los resultados debieron parecerse a los datos que aparecen en el documento de la “British Library”, en donde se puede vislumbrar con detalle a su escultura. Sin embargo, difiere tanto de la representada por Auguste Mayer en su trabajo, especialmente en lo que se refiere a la posición del brazo del centauro. Esta diferencia puede explicarse fácilmente, ya que Mayer posiblemente nunca había visto con sus propios ojos al “Bucentaur”. Su única fuente de información sería algunos testimonios orales y descripciones de personas que realmente vieron a la nave de 80 cañones. Esta es otra cuestión apasionante del estudio naval. El examen de las pinturas, de los óleos que dibujan los marinistas, y que nos relatan la historia de tal o cual barco… ¿De donde extraían la imagen el pintor del barco?. ¿Lo conoció personalmente?. ¿Pudo ver los detalles de su nave, para pintarla posteriormente?. En el caso de los mascarones de proa, no pocos pintores se preguntaban por un símbolo tan característico como eran, para poder luego pintarlos. Eran mucho los marinistas, y especialmente los buenos de la época, que conocían los detalles del barco, que los anotaban, entre otras cosas, porque los veían ellos mismos en puerto. No es cualquier cuestión. Era el fotoperiodismo de la época. Y como toda técnica narrrativa y pictórica que se precie, debían conocerse correctamente. Y así era. Así se distiguían las calidades de los pintores “marinistas”…Que cercanas suenan en este caso las palabras de Jose Ignacio González-Aller. Sisiño. Que tanto sabía sobre la materia, tras haber visitado y estudiado buena parte de las marinas y de los óleos de los museos del mundo. Incluso en estos pequeños detalles había mucha historia.
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Espectacular recreación mitológica de Ajax. Mascarón de proa de la misma nave. Navío de guerra que batalló en Trafalgar

Las veloces proas de los “Cutty Sarks”
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Cutty_Sark_Figurehead, La bruja
Cutty_Sark_Figurehead, La bruja
Y tras las guerras napoleónicas, destacar la época de los grandes mercantes.  Con las viejas águilas derrotadas en los campos de batalla queda posiblemente atrás una época.Sus mascarones de proa, las de estas véloces naves mercantes, que también navegarían por los mares. Y así nos encontramos, que muy a menudo son retratos de los miembros individuales de la familia del armador, o incluso el mismo propietario, las que surcarían los océanos en sus proas. También nos podemos encontrar que se eligen una figura de la historia o de un individuo influyente de la sociedad de sus países de origen. La colección de los mascarones de proa del Cutty Sark ’s, en el conocido museo londinense presenta algunos de los mejores ejemplos de este arte marítimo único. Observarlas en Greeenwich es otra de las obligadas visitas para asomarse mejor al pasado marítimo. Después vendría la época del metal. Del frío acero en cascos enormes que han de soportar aquellos enormes cañones y piezas de artillería antiaérea o incluso aviones. La artesanía de madera, las bellas filigranas que los carpinteros podrían construir con sus propias manos, ya quedarían atrás.
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Bosque de mascarones de proa en la galería de “John Silver”. Juntpo al Cutty Sark.

Así los mascarones se extinguieron con los modernos buques militares, no había otra. El HMS ganges sería una de las últimas naves que portarían orgullosos su mascarón de proa. Pero ya los armazones de acero se volvían gigantescos para conseguir armar cañones de hasta 150 pulgadas que acompañarían a una superestructura que albergaría a miles de marinos. Aún así, el HMS Rodney  sería el último acorazado británico en llevar consigo a un mascarón de proa. Metafórico es la última figura decorativa francesa en forma de proa. Se daría sobre el acorazado “Breno”. Aquel líder Galo, vencedor de Roma, a quien debemos la famosa “Vae Victis!” ¡Ay de los vencidos!. Un último verso que da paso a la rendición de una tradición de siglos. La de los mascarones de proa, que quizás hayan sido borrados de nuestra vista cotidiana. Mas no hoy con este breve recuerdo de su efímera historia en espejo de navegantes…

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Mascarón de proa del HMS Rodney.
Miroslav Lansky en el HMS Ganges en Octubre de 1943, con su mascarón de proa en el mástil

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